sábado, 25 de enero de 2014

CICATRICES



Uso a menudo unos platos de mi bisabuela sin otra ceremonia que el placer de utilizar un objeto que lleva siendo útil más de cien años. Algunos tienen desconchones, grietas y reparaciones antiguas.

Hoy hemos olvidado como reparar los objetos. Preferimos tirar y comprar otros nuevos, olvidar su pasado. No nos gusta el paso del tiempo ni las cicatrices que dejan los años en nuestra piel o en nuestras cosas.

Kintsugi, cicatrices de oro. Cuando en Japón alguien reparaba en casa un objeto apreciado, sin mayor valor monetario que su utilidad, embellecían el lugar reparado rellenando las grietas, los desconches o las cicatrices de la loza con oro. Existe la creencia de que cuando algo o alguien ha sufrido una herida y tiene una historia se vuelve más bello. El arte de reparar esos objetos se llama Kintsugi, carpintería de oro. Tras utilizar con mimo y tino el pegamento se esparce luego polvo de oro sobre la herida. La grieta o rotura, además de reparada para volver a ser usada, es la parte más fuerte del objeto y la más hermosa, no se esconde ni se disimula sino más bien lo contrario, se realza.

En esta loza antigua, en estos platos rotos y reparados de mi bisabuela bato los huevos, coloco un poco de queso y de jamón, admiro como el tiempo embellece tantas veces lo que toca.

Tal vez por eso me gusta el kintsugi que luce tu vientre. Toco el oro invisible que lo cubre, acaricio la piel que encierra tu vida.

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