(En la Foto: Lisa Abend)
Viaje de trabajo de vuelta, cansancio, medio sueño en el AVE… Llego a casa zombi, agotado, perdido. Necesito poner los pies en la tierra, tocar comida, sentir el fuego. No me complico la vida, necesito una ducha y un rato de cocina. Tengo alguna cosa en la nevera. Salpimento y sofrío las cuatro codornices junto a unos dientes de ajo sin pelar. Cuando están doradas meto también en la olla cuatro cebollas moradas, peladas enteras, granos de pimienta, rabo de tomillo, hoja de laurel, medio vaso de vinagre, medio de vino, medio vaso de agua, cucharada de azúcar moreno. Cierro la olla. Me ducho. Abro la olla, dejo que se temple la cosa antes de deshuesar con cuidado las codor, destripar los ajos para quitarles la piel, filtrar y espesar la salsa, corregir la sal, añadir la carne al caldo, ahuecar las cebollas con cuidado para que no se rompan y rellenarlas con las carne de las aves. (con la carne que sobra haré mañana unas buenas croquetas de caza con una bechamel a la que añado además unos boletus que andan por ahí dormidos en el congelador) Acompañaré mañana las cebollas con una ensalada verde minimalista: berros picados mezclados con yogurt ecológico, aceite, limón y pizca de sal. Punto.
Ahora sí, me tumbo en la cama, cojo el libro de “los aprendices de brujo”, de Lisa Abend, las aventuras y desventuras de los ayudantes de cocina de Ferran Adriá. Una vez más descubro lo bien que escriben los/las yankis de cocina y cocineros, inolvidable Bourdain y me gusta mucho El Bulli y sus milagros, no tanto sus miles de imitadores. El miércoles cené en “Sacha” con Cris. Todo auténtico: el sitio, los guisos, los camareros, el vino… Como cantaba Sabina: “no soy un tipo complicado/ de delicado paladar…” pero me ha matado, en el libro de Lisa Abend, el “carpaccio de pétalos de rosa” y las “orejas de conejo fritas”, prefiero las alcachofas y el muslo del conejo, tal vez porque (voy a ser un poco bestia) asocio las rosas a las coronas fúnebres y como cazador recuerdo los conejos en descaste, las orejas de estos animalitos suelen estar cuajadas de garrapatas y este es un bicho que no soporto.
Creo que me quedaron bien las cebollas rellenas de codorniz. Me hizo feliz cocinarlas, me río con Lisa, recuerdo la rica lasaña de buey de mar de Sacha que me comí con Cris. Cocinar y comer y escribir y pescar. Amar, no sé…
He disfrutado mucho el post, mucho. Ya lo sabes...
ResponderEliminarTantas veces las palabras nos salvan. Tantas veces nos salva un sabor o su recuerdo. Nos salvan de la tristeza y nos devuelven el secreto de volar, sonreír, esperar, entender. Lo que no se nombra no existe. Eso aprendí.
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