martes, 7 de junio de 2011

LA SAL

(Foto de Brigitte Niedermair)

Tengo a un amigo que se llama Miguel y que siempre me enseñó el lado posible de las Utopías o, mejor dicho, siempre me demostró que es posible tocar el sueño de “un mundo mejor” si le echamos trabajo, tiempo, imaginación, inteligencia, ganas. Sus propuesta, ideas, dudas… siempre me parecieron sensatas, mucho más que ese mundo adjetivado como “real” que vivimos o sufrimos o disfrutamos cada día.

Muchas veces no pienso como él, muchas veces estoy muy lejos de sus propuestas, decisiones, análisis de la realidad… muchas veces me parece cansado seguirle en sus militancias, pero siempre me siento cerca, afín, de alguna forma cómplice. Es posible que me conozca mejor que yo mismo y que yo le conozca mejor que él, al menos una parte porque ambos, durante tantos años, no nos hemos escondido ni las traiciones, ni las debilidades, ni las dudas, ni las rendiciones que vivimos todos estos años… y sin embargo siempre me fue imposible no ver en él a un tipo brillante y encantador e intuyo que esa extraña, rara, difícil sensación, es mutua.

Muchas veces hablamos de cocina. Él comenzó a atreverse hace poco tiempo con el fuego y sus misterios. Para mi fue “la prueba el nueve” de que estaba muy enamorado. En esta cuestión sólo hay dos posiciones o “nada” enamorado o “muy” enamorado, no es posible el “algo” enamorado. Y el estaba (y está) “muy”.

Me hizo feliz su “muy” y que se atreviera por fin a cocinar de vez en cuando.

Ando escribiendo una nueva historia. La historia de un cocinero enfermo de Alzheimer. Es una historia de cocina pero sobre todo es una historia de amistad. El amor es importante, claro, pero la amistad imprescindible. Cocinar es importante, claro, pero compartir lo cocinado es fundamental.

El presente siempre es un lugar difícil para vivir. En el pasado podemos decorar la memoria, en el futuro inventamos los sueños, pero en el presente están los latidos, las palabras vivas, el fuego de la cocina, el hambre real, un espacio del que sabemos muy poco y en el que hay que ser valientes. A Miguel siempre le sentí valiente en sus dudas, ideas, lecturas, amor. No es fácil haber encontrado a “la mujer de su vida”, pero tampoco es fácil comenzar a cocinar pasados los cuarenta aunque él, hace tiempo, descubrió lo importante que es, en una u otra cosa, la sal y la pimienta. Un beso Carmen.

2 comentarios:

  1. ¡Un besito para ti Ra!...es muy grato saborear todo eso que compartís ¡delicioso maridaje!

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