(Pintura del gran Velázquez)
Esperar. He esperado mucho en los portales, las entradas de los cines, las mesas de los restaurantes, las salas de los aeropuertos. Siempre llegaba yo primero y siempre ellas eran las que me encontraban ya allí, esperando.
Te espero en la cocina. No voy a preparar ningún guiso especial, imaginativo o difícil para enamorarte o para distraer al paladar. Solo el plato muy sincero y rotundo que me gustaba tanto entonces. Me gustaba también coger la mano, caminar por las ciudades sin rumbo fijo y escribir cartas. Me gustaba tocar la desnudez, disfrutar de la piel siempre tan fresca. Virutas de jamón sobre huevos fritos rotos sobre patatas fritas, pan de hogaza, vino tinto de tu tierra remota. Ese es el nombre del festín porque festín era y es. Fiesta de sabores intensos, salados, untuosos que sólo el pan y el vino limpian de la boca antes de que llegue el beso. Festín y fiesta después de la comida. Dejarás que rebusque tu sabor, que pringue pan en tu cuerpo y beba el vino de tu boca. Eso soñé.
La vida también es una forma de nombrar el mundo y según sean las palabras así será, placer o dolor, nuestro presente. Por ejemplo este plato suena apetecible si nombro estas patatas nuevas que he cortado en finas lonchas y he sumergido en agua durante una hora para quitar el almidón, las secaré bien y las freiré luego junto a un diente de ajo muy picado hasta que estén doradas y algo crujientes. Luego freiré estos cuatro huevos de verdad, de gallinas de campo, con sus yemas altas de amarillo intenso y los estrellaré o romperé con el tenedor sobre las patatas y, por encima de todo, apenas cien gramos de jamón ibérico muy picado a modo de lluvia roja sobre el amarillo intenso y el dorado. Pero si te dijera: voy a freír raíces y embriones de pollo despachurrados y pondré por encima culo de cerdo salado y seco. Ya no sería lo mismo. ¿No ves como es importante la forma de nombrar el mundo?.
Te espero ya con el aceite caliente, las patatas lavadas y secas, el jamón muy picado, los huevos morenos al alcance de la mano, el pan cortado, el vino abierto, la mesa puesta. No tardaré más de quince minutos en hacer la comida. A veces pensé que la vida había pasado por mi como lija invisible que nos deja sin piel, que me llenaría los ojos de dioptrías y cansancio, que no habría jamás sorpresa, ni huevos rotos para compartir con amor y hambre. A todos nos gustaba entonces el festín. Pero tantos se han ido ya. Tantas se han convertido en otra cosa. Tantos olvidaron que antes esperar era un placer gratuito y gustoso.
He imaginado esta comida contigo muchas veces, he soñado contigo como un adolescente. Muchas veces pensé que ya seríamos demasiado mayores para jugar con la grasa, la sal y el colesterol, el riesgo que hay siempre en el deseo, el temor a que descubras que no soy un gran cocinero ni un gran amante.
No hay sutilezas, ni sabores extraños en este plato, no hay lugar para la dieta o la mesura. Tampoco en mí o tí, eso me dirás luego, que no es tiempo de juegos ni artificios y si de la verdad.
No tardes. Ya tengo hambre.
los platos más sencillos, los momentos más deliciosos... hermosa combinación
ResponderEliminarLa verdad es que me has hecho no sonreir, sono reir a carcajadas, después de no dormir mas que un par de horas, no se porque, quizas pendiente tontamente del despertador, después de un mes sin estar pendiente.
ResponderEliminarRaices y embriones fritos ja ja...y si es importante saber nombrar las cosas.
Yo soy de las que espero siempre...