La croqueta
admite casi todo. La bechamel puede esconder cualquier sobra, melindre o
exquisitez. Pero será precisamente esta salsa, su elaboración, su punto y la
costra frita de huevo y pan rallado que la envuelve quienes obrarán el milagro
o el desastre.
En España, en
cada casa, tienen su particular receta de croquetas.
A mi me gusta
comerlas como aperitivo contundente, tras una mañana de campo.
Hay casas que
han caído en el desarraigo y en la croqueta industrial, en la comida rápida y
la tristeza de tener que buscar las croquetas de la abuela en la sección de
congelados del super.
La croqueta
engorda, dicen, igual que vivir mata, divertirse cansa y trabajar embrutece. Por
mucho que diga San Agustín uno es de la panda de Paul Lafargue.
En los últimos
otoños, sin olvidar las ricas croquetas de sobras de pescado, pollo o cocido,
uno tiende a la croqueta luxury, no por el precio, que la crisis nos ha dejado
pelados, sino por la escasez azarosa de sus ingredientes.
Suelo hacer
una croquetillas de cesárea y malviz. A la bechamel en su punto de espesor y
nuez moscada, le añado oronjas ralladas en grueso y crudas y la carne guisada
de los muslitos de unos zorzales. Las pechugas las suelo hacer al horno fuerte,
poco tiempo, previo el barnizado de sus carnes oscuras con una pintura hecha de
aceite, pimentón, ajo machado y tomillo. Quedan doradas por fuera y sangrantes
por dentro y las acompaño con puré de frambuesa. Rojo sobre rojo.
Bueno, vuelvo
a las croquetas, sigo: el pan rallado debe ser de pan del Guijo, rallado con un
chisme de manivela heredado de la abuela y los huevos de mi vecina Esperanza,
anaranjados como el sol del amanecer. No hay mucha sofisticación en la receta,
pero tanto las amanitas cesáreas como los zorzales son azarosos e imprevisibles.
En otoño, si surge el milagro, cocino estas croquetas de lujo.
Salgo a la
terraza abrigado, abro el vino y algún diario de Trapiello y me voy comiendo la
mañana y estas croquetas de caza.
La cosa anda
peor, recortes ahora en sanidad y educación, por “nuestro bien” dicen los
capullos... Hay que hacer ya la revolución y unas croquetas, para el camino.
Nota:
Guiso los
zorzales, sus patitas y huesos en la olla a presión añadiendo cebolla muy
picada, laurel, zanahoria, pimiento seco, oporto dulce y casi nada de agua.
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