Vaciamos el
corazón de todo lo que una vez amamos y no dejamos en ese lugar ni una
fotografía, ni el libro de los códigos secretos, ni una deshilachada palabra.
No hay mucho tiempo en la vida para andar releyendo todos los “pudo haber sido
y no fue”, ni lamentando dudas o traiciones. El tiempo de vivir es demasiado
corto para sentarse a esperar y confiar en el mito de Penélope o meterse el
puñalito en la llaga con Artaud. Aire. Uno se entregó entero, a fondo y sin
reservas en el amor. No guardó la ropa a la hora de tirarse al mar. Quemó las
naves antes de entrar en todas las selvas sin dudar. Nunca mintió deseo,
desnudo siempre, en ese tiempo, de toda prudencia o arrogancia. Uno no ha
esperado nunca reciprocidad, sólo lealtad, ternura y aire. En eso nunca
cambiaré.
Por eso ahora
mimo este puré de espárragos trigueros que emulsiono con un poco de mantequilla
derretida y que luego extenderé sobre los dos filetes de esta tenca desespinada
y limpia de la piel. Antes anduvo nadando esta carne tan nuestra la noche
entera en agua con tomillo y una buena copa de oporto viejo.
Antes de
esconder el pez en este pure color musgo voy a dar al pescado un golpe de horno
fuerte hasta que se dore.
Me embromas
criticando que siempre que nos vemos te hago tenca y te ríes de mis sentencias
y mis cuentos. Estas contenta de ver como al fin, debajo de todas las palabras,
lo que digo es que he limpiado el desván de mi memoria. Y no me importa tu risa
porque todo lo cura tu nombre salobre, sabes que la sal en la cocina y en el
vivir cura cualquier herida aunque escueza. Uno echó muchas veces a ese tiempo
la sal y la pimienta de la felicidad, pero qué culpa tuvo de que al amor le
gustasen sosos los platos. Uno puso siempre toda la carne en el asador pero la
compañía resultó vegetariana y melindrosa. Uno sopló las brasas para llenar de
calor y olor a leña la casa sin pensar que a ella le molestaría el humo en los
ojos.
Uno no quiso
tener nada salvo sueños. Por eso hoy, ante esta tenca asada con muselina de
espárragos trigueros no me importa que te burles y me embromes, como entonces. Nada me pesa. Nada recuerdo. Tengo el desván sin trastos y el sótano sin
sombras ni fantasmas. Tengo las ventanas de la casa muy abiertas, entra el aire
de abril aventando las pelusas y el invierno de tantos años. Este no es un guiso
de pescado, es un guiso de presente y primavera.
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