(Ilustración de Piedad Ortiz)
Nos han dejado
la Casa Roja. Hemos robado una maleta entera llena de tiempo. Todo lo demás ya es
cuenta nuestra. Se han llenado de flores las jaras, las retamas, los espinos a
juego con la nieve de la sierra y la sábana que nos cubre la desvergüenza. ¿Hay
por ahí en el ancho mundo otro lujo más delicado que este color blanco en todas
partes?. Alguien que te deja su casa es de verdad un amigo, alguien que roba unas
brazadas de tiempo es el mejor de los amantes y todo lo demás, la chimenea
grande, el caldero de arroz que se hace despacio, los gazapos asándose en el
espeto, tu cuerpo escondido, la lentitud, la lluvia a ratos, el sol tímido, el
crujir de la madera, la chispa amarilla de la oropéndola cruzando entre los
chopos, el fraseo del cuco engatusando a la cuca a lo lejos, tu sonrisa burlona,
el libro de Maalouf que ahora me arropa, el abejorro macarra que se empeña en
entrar por la ventana, el hambre
por venir… es cosa nuestra.
Al sofrito de
calabacín, pimiento, cebolla, espárragos trigueros, boletos y alcachofas le he
añadido el arroz y dos puñados de garbanzos cocidos. A los conejos limpios, desnudos y despatarrados los tuve la
noche antes en un aliño, adobo, chimichurri, marinado de aceite, tomate
triturado, orégano, tomillo, romero, pimentón, pisco, laurel y corteza de limón.
Ahora se asan en su punto para comerlos luego al compás del arroz, pero con los
dedos, descoyuntando su ternura, arrimando nuestro ociquillos a sus carnes
prietas. El arroz del caldero a mi me gusta seco y socarrado y el conejo asado
debe estar en su punto, dorado por fuera, bien asado por dentro pero que salgan
los juguillos cuando le hinque el diente al muslito igual que cuando hago lo
mismo con el tuyo. El menú de hoy no sería muy distinto al que se comió en esta
casona hace cien años y hasta doscientos. No es porque quisiera hacer hoy
arqueología culinaria sino porque he pensado que el menú le va muy bien a los
únicos tres pecados apetecibles para el ateo que soy: la gula, la lujuria y la
pereza.
Foto: http://monterobonifacioacocina.blogspot.com.es
Te aseguro que
por saber cocinar no he ganado nunca nada más que alguna quemadura. Es mentira
que se enamore a nadie por el estómago. No hay ningún guiso afrodisíaco, todo
eso son cuentos de Calleja. Si me gusta cocinar solo es por gula.
Afirmo y puedo
explicar, probar, demostrarte que el trabajo no dignifica al hombre, tampoco a
la mujer. Todo ese bulo del sudor de la frente y el pan lo inventó algún
explotador con buena labia. Hay trabajos de mierda y trabajos hermosos pero esa
es otra historia. Si me gusta mi trabajo no me gusta menos la pereza y aspiro a
que esta se convierta también en un derecho ciudadano.
Y del sexo,
que te puedo decir del sexo que tu ya no sepas, que hay que alejar de la cama
todo eso de que es saludable,
terapéutico, relajante, necesario, zen, lúdico… ni que fuera una pastilla o
un parque de atracciones. Todo ese afán de terapeutizar, medicalizar,
literaturizar el echar un polvo es tan aburrido como falso. Y lo peor es cuando
lo llaman hacer el amor. Te advierto
que a mi no me gusta mucho eso de hacer el amor pero creo que la lujuria está
en peligro de extinción así que intento que se mantenga viva.
Arroz de
caldero y gazapos asados. Vamos a hacer apología de la gula, la pereza, la lujuria. Para los otros pecados: la avaricia, la ira, la envidia, la soberbia y la
mentira ya están los otros, los dueños y señores de la crisis.
no dios, porque los ateos no usan, pero yo te nombraba gurú de esos tres pecados apetecibles
ResponderEliminarCasi todas tus entradas o me traen un recuerdo o una reflexión, la de hoy me ha recordado las palabras de una amiga que se había pasado una tarde entera de un sábado en casa sin hacer nada, me dijo “no lo vuelvo a hacer mas, tengo la sensación de que he desperdiciado la tarde”. Yo he “desperdiciado” muchas tardes entre libros, música o revoltijos de sábanas, sola o acompañada, pensando, leyendo o f…….. Las más felices las que pasé en aquel piso alto, donde era imposible que te vieran en el balcón salvo en helicóptero , allí poníamos el colchón y allí pasamos muchas tardes, naneado desnudos los dos al sol y a la suave brisa de primavera, el placer de la brisa en una tarde de primavera sobre la piel desnuda es sublime. Y con respecto a la cocina, me gusta porque soy glotona, porque me gusta probar cosas nuevas, porque ir a los restaurantes es cada vez mas prohibitivo, porque mi madre es una GRAN COCINERA y toda mi vida he comido cosas muy ricas hechas de sus manos a las que no quiero renunciar, porque “mi perejil” es otro omnívoro glotón que disfruta comiendo igual que yo, porque me gusta comer sano, porque disfruto cocinando y comiendo,……
ResponderEliminarEs verdad A., los mejores recuerdos son esos momentos "de hacer nada" y de haber hecho tantas cosas que el tiempo hoy demuestra que son y fueron tan importantes.
ResponderEliminarTener una madre que es una gran cocinera es también un gran privilegio porque te enseñó, te mostró algo muy importante, una forma de dar y recibir placer. Gracias por tus palabras A.
Punto y final, y un poema o es una pedrada o si no, es una ristra de palabras muertas, como hacer el amor lúdico con un final de té con pastas.
ResponderEliminarSaludos, le sigo.
Manolo