(Fotomontaje de Brooke Shaden)
A veces me gusta encender la chimenea
aunque la mañana sea suave y el regalo del campo lleno de flores y olores se derrame
por cualquier lugar del camino.
Luego, entre las brasas dormidas, asaré
estas patatas con sorpresa que ahora
preparo para morder, acompañadas de un tinto oscuro.
Quienes me conocen saben que mi disfraz
de huraño y silencioso sólo esconde timidez. Pero mi timidez no es inseguridad
ni recato sino un espacio silencioso para que te muestres y me digas.
Corto por la mitad estas patatas monalisa, pequeñas, de piel fina y
suave. Con el vaciador hago un hueco redondo en ambas mitades para esconder
allí mi sorpresa, un bocado de foie crudo rebozado en polvo de boletus,
pimienta y sal. junto ambas
mitades y envuelvo cada patatilla en papel de aluminio.
Se asarán despacio mientras se atempera
el vino, bebo la primera copa aún fría y leo el nuevo libro de Santi Santamaría. Quienes
no me conocen, se inventan arrogancias, traiciones y escasa valentía. Creen que
el decir es siempre más importante que el hacer, el tener que el ser, el
demostrar antes que el sentir. Pero yo sólo soy un pescador que escribe y que
cocina. Un tipo que a veces derrocha la leña aunque no haga frío, su tiempo
aunque triunfe la prisa, su escasa fortuna en libros de versos o guisotes antiguos.
Estas papas con sorpresa de lujo, son un
lujo por el tiempo y el cuidado que llevan, por la chimenea antigua y sus
brasas de encina, pero no por sus rumbosos ingredientes: foie crudo pero del
congelado, polvo de boletus que fabrico yo mismo en un viejo molinillo de café
con setas que sequé este invierno y un puñado de tubérculos proletarios.
Me quemo la boca con el primer mordisco.
Se escurre por mi barbilla la grasita anaranjada del foie. Perfumo el aire con el
aroma de las setas y bebo un buen trago del sangre de toro. He convocado al
otoño en primavera.
Empezar un día también de primavera con algo tan evocador y emcionante... te deja sin palabras, claro!
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