(Ilustración de Diego Fernández)
Fuiste de las
primeras, de las pocas, que estuviste allí golpeando la cacerola ante el Alþingishús. Antes, los veranos, te gustaba siempre bajar al sur, al sol de
Denia, a leer a Miguel Hernández y aprender a hacer arroces y acariciar peces.
Primeros días
de calor en Madrid. Mientras la mayoría comienza a darse
cuenta de la catadura ética y moral de banqueros de la extrema usura, los
políticos de la extrema derecha, los ciudadanos de la extrema ignorancia y los
funcionarios mentales, nosotros hacemos un arroz y calentamos palabras para
salir a la calle soñando con tu Islandia, ejemplo de ciudadanos sensatos y
sensibles aunque estén arruinados y sigan comiendo ballena. Nadie es perfecto.
Hoy, hasta
palabras como república, revolución o
rebeldía, nos parecen las más
lógicas, necesarias y hasta conservadoras, porque conservador es desear
mantener los pocos logros sociales que consiguieron las luchas obreras de dos
siglos, conservador es no seguir caminando hacia el abismo empujados por una
panda de idiotas mentirosos y conservador es este arroz con alcachofas, bacalao
y ostras que ahora me cocinas.
Hasta los
políticos de la extrema derecha americana parece que hacen caso a tío Julito
Anguita y defienden hoy la subida de salarios de los trabajadores porque,
parados o con salarios bajos, los ciudadanos no podrán consumir. Y si no
compran, la inmensa bola de la sociedad de consumo americana dejaría de girar y
llegaría, de verdad, la crisis del sistema capitalista. Pero aquí no, aquí
paro, flexibilidad laboral, salarios bajos, ladrillismo, chinificación
económica, casinos, comida basura, tripago por los servicios públicos… ¿somos
tan idiotas que nos vamos a dejar?
Sobre unos
ajos fritos con su piel, a fuego muy vivo, has marcado la docena de ostras
treinta segundos y las has sacado de ese infierno para volcar un sofrito con cebollita
y tomate, añadiendo después los corazones de alcachofa cortados en cuartos, el
arroz bomba y luego un caldo suave de pescado.
Cuando el
arroz esta casi para hacer su reposo, has colocado encima los pedazos de
bacalao desalado y las ostras tibias en armónico caos y has cubierto la paella
con un trapo grueso y blanco. Me ha gustado mucho contemplar como sabes hacer
el alioli con el hilillo de aceite sobre los ajos machados en el mortero grande,
con lentitud y con gracia, como haces lo todo. Si no tuvieras cincuenta y
cuatro y un marido tan simpático intentaría ligar contigo.
Islandesa y
encima buena cocinera, casi te perdono que te guste la carne de ballena, que acaricies a los peces y que
tu tatarabuelo fuera un sanguinario pirata vikingo. Anda, enséñame como meter
en la cárcel a los banqueros estos, cómo echar a la calle a los políticos
tramposos, como volver a ser un ciudadano digno y orgulloso, como hacer este
alioli y este arroz tan rico, tan de la
buena vida por la que tenemos que luchar hoy en la calle, como lo hicieron
antes otros que solo comían gachas y tasajo, tocino y pan, cebolla y nada que
diría tu querido Miguel Hernández.
No hay comentarios:
Publicar un comentario