jueves, 31 de mayo de 2012

COCINERAS ANÓNIMAS



Ahora, hoy, segunda década del siglo XXI, los cocineros son considerados celebridades, artistas, filósofos del apetito, pero hasta antes de ayer, a quien cocinaba en el hogar, a la famosa en los DNIs “ama de casa” y sus habilidades culinarias no la valoraba ni dios. Bueno, si, a veces, de cuando en cuando,  la familia, el maridito, los hijos, el suegro, el “cuñao” alababa su pisto, su tortilla de patatas, su pollo en pepitoria… pero aquellas palabras eran humo, filfa, pura retórica. Salvo para cuatro lunáticos, cocinar en casa era nada, importaba nada, su valor era cero. ¿La prueba económica de tal afirmación?: el trabajo doméstico era el que menos valor monetario tenía, su regulación contractual como actividad mercantil era inexistente y se admitía en él hasta la esclavitud (en forma de esa figura poética llamada:“interna”).

Hoy, dejémonos de cuentos, quien trabaja en casa, quién cocina lo cotidiano es un paria, mejor dicho: una paria. Aunque la cultura mediática y publicitaria de “lo gastró” invade casi todo, no parece permear lo que come la gente y las obesófilas dietas hogareñas. Lo siento Argiñano, con todo lo que te lo curras. Lo siento Adriá, a pesar de ese rico moco con sabor a alcachofa y forma de blandiblum que creaste, lo siento blogeros y blogueras de lo apetitoso, rico y alimenticio… cocinar y hablar de cocina es lo anecdótico, lo curioso, lo retórico, el colorín… pero no es lo que de verdad importa en la grandilocuente economía del presente. Quién trabaja en el hogar, quien prepara y planifica los desayunos, comidas, meriendas y cenas de los hogares de las Españas son las parias, aunque su contribución al PIB del país sea del 30%-50%, que no toda la riqueza de este mundo la generan o degeneran los chorizos de Bankia, las fábricas de tornillos y la construcción de apartamentos en primera línea de playa.

La actividad culinaria dentro del trabajo doméstico diario sigue siendo un trabajo invisible, minusvalorado, no reconocido, nunca pagado… Pero esa generación de mujeres, porque mujeres son y la presencia de hombres en esta realidad es anecdótica, se está terminando, se extingue, desaparece… Nadie las echará de menos, nadie se dará cuenta de su desaparición (aunque está siendo la alegría de las multinacionales de la cosa precocinada y derivados…)

Hay mil datos socioeconómicos y demográficos para apoyar todo esto que cuento, pero no es el lugar ni quiero aburrir más. Es cierto, en algunos hogares, sigue habiendo maravillosas cocineras anónimas, pero la estadística es tozuda y objetiva

Yo, en cuanto conozco a alguien, tras el bla, bla, el bis a bis, el a que te dedicas y que haces o deshaces, intrigo por saber si sabe cocinar (no si sabe de restaurantes, vinos, recetas y libritos…) si se ha peleado hoy, ayer o alguna temporada de su vida con el trabajo de elaborar la cocina cotidiana de su hogar. Si me dice que “si” a buen seguro será una persona interesante, sea una Cándida o una marquesa. Si me dice que “no” deja de interesarme, sea una Sara Carbonero o la Premio Nobel de este año. Palabra.

1 comentario:

  1. Me agradan las personas que "les gusta comer bien" y he podido comprobar que en su mayoría también hacen sus intentos en la cocina. Algunos a diario, otros lo son de fin de semana y otros solo de barbacoa y paella. Pero insisto, no he conocido a nadie que gustándole comer sea una mala persona. Seguro que los hay, ojo.
    Ni todas las mamás, ni todas las abuelas, aún cocinando a diario para su prole son o han sido buenas cocineras. Sin ir muy lejos mi mamá nunca fue una buena cocinera, hacía lo que buenamente podía y nos alimentó a todos durante muchos años. Seguramente por eso yo entré en la cocina de casa a una edad bien temprana. Y seguramente por eso también cocino cada día en casa.

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