Ahora, hoy,
segunda década del siglo XXI, los cocineros son considerados celebridades,
artistas, filósofos del apetito, pero hasta antes de ayer, a quien cocinaba en
el hogar, a la famosa en los DNIs “ama de casa” y sus habilidades
culinarias no la valoraba ni dios. Bueno, si, a veces, de cuando en
cuando, la familia, el maridito,
los hijos, el suegro, el “cuñao” alababa su pisto, su tortilla de patatas, su
pollo en pepitoria… pero aquellas palabras eran humo, filfa, pura retórica. Salvo
para cuatro lunáticos, cocinar en casa era nada, importaba nada, su valor era
cero. ¿La prueba económica de tal afirmación?: el trabajo doméstico era el que
menos valor monetario tenía, su regulación contractual como actividad mercantil
era inexistente y se admitía en él hasta la esclavitud (en forma de esa figura
poética llamada:“interna”).
Hoy, dejémonos
de cuentos, quien trabaja en casa, quién cocina lo cotidiano es un paria, mejor
dicho: una paria. Aunque la cultura
mediática y publicitaria de “lo gastró” invade casi todo, no parece permear lo
que come la gente y las obesófilas dietas hogareñas. Lo siento Argiñano, con
todo lo que te lo curras. Lo siento Adriá, a pesar de ese rico moco con sabor a
alcachofa y forma de blandiblum que creaste, lo siento blogeros y blogueras de
lo apetitoso, rico y alimenticio… cocinar y hablar de cocina es lo anecdótico,
lo curioso, lo retórico, el colorín… pero no es lo que de verdad importa en la
grandilocuente economía del presente. Quién trabaja en el hogar, quien prepara
y planifica los desayunos, comidas, meriendas y cenas de los hogares de las
Españas son las parias, aunque su contribución al PIB del país sea del 30%-50%,
que no toda la riqueza de este mundo la generan o degeneran los chorizos de
Bankia, las fábricas de tornillos y la construcción de apartamentos en primera
línea de playa.
La actividad
culinaria dentro del trabajo doméstico diario sigue siendo un trabajo
invisible, minusvalorado, no reconocido, nunca pagado… Pero esa generación de
mujeres, porque mujeres son y la presencia de hombres en esta realidad es
anecdótica, se está terminando, se extingue, desaparece… Nadie las echará de
menos, nadie se dará cuenta de su desaparición (aunque está siendo la alegría
de las multinacionales de la cosa precocinada y derivados…)
Hay mil datos
socioeconómicos y demográficos para apoyar todo esto que cuento, pero no es el
lugar ni quiero aburrir más. Es cierto, en algunos hogares, sigue habiendo
maravillosas cocineras anónimas, pero la estadística es tozuda y objetiva
Yo, en cuanto
conozco a alguien, tras el bla, bla, el bis a bis, el a que te dedicas y que
haces o deshaces, intrigo por saber si sabe cocinar (no si sabe de
restaurantes, vinos, recetas y libritos…) si se ha peleado hoy, ayer o alguna
temporada de su vida con el trabajo de elaborar la cocina cotidiana de
su hogar. Si me dice que “si” a buen seguro será una persona interesante, sea
una Cándida o una marquesa. Si me dice que “no” deja de interesarme, sea una
Sara Carbonero o la Premio Nobel de este año. Palabra.
Me agradan las personas que "les gusta comer bien" y he podido comprobar que en su mayoría también hacen sus intentos en la cocina. Algunos a diario, otros lo son de fin de semana y otros solo de barbacoa y paella. Pero insisto, no he conocido a nadie que gustándole comer sea una mala persona. Seguro que los hay, ojo.
ResponderEliminarNi todas las mamás, ni todas las abuelas, aún cocinando a diario para su prole son o han sido buenas cocineras. Sin ir muy lejos mi mamá nunca fue una buena cocinera, hacía lo que buenamente podía y nos alimentó a todos durante muchos años. Seguramente por eso yo entré en la cocina de casa a una edad bien temprana. Y seguramente por eso también cocino cada día en casa.