(Cartel del Refugio,
Restaurante del Carmen. Valencia)
Madrugabas mucho para llegar pronto a tu Bureau de la
rue
du Marché-aux-Herbes. ¿Tus
ojeras de las seis de la mañana? Te veía medio dormida en el bus y luego, antes
de meterte en tus reuniones y tus informes, te imaginaba intentando borrar esas
ojeras frente al espejo antes de hacerte la coleta. Pero a mi me gustaban tus
ojeras.
Tu defendías tu europeismo militante pero yo me sentía
poco español y hasta poco europeo, más bien medio marciano, cualquier ciudad era mi tierra, cualquier río
con vida era patria. En cuanto al himno y otras gaitas, desde luego nunca el
nacional, que era una marcha militar y pachanguera indigerible. Me quedaba con el tuyo, esa parte de la alegría de “la novena” o “el cants dels ocels” de Casals o la “Grandola Vila Morena” de Afonso o el “Asturias patria querida”. En cuanto a la bandera, lo confieso, la única
que de verdad me emocionaba eran el verde, morado o blanco de tus braguitas al
sol, recién lavadas, sobre la cuerda de tender.
Ese día, jugué
con los colores para hacerte una ensaladilla, ni rusa ni española, tricolor más
bien, republicana en mi deseo, que te preparé en secreto y por sorpresa en el taper de tu almuerzo.
Cocidas en dados las patatas y la zanahoria, se añaden
los guisantes tiernos, las puntas de espárragos blancos, un huevo duro picado, un generoso puñado de berberechos abiertos al vapor, cuatro carabineros
pelados y troceados en dados y cocidos también unos segundos al vapor. Este
menudeo se mezcla en un cuenco con una mahonesa suave y alimonada como
base a la que se añade, por separado, para el color morado un poco de puré de remolacha
cocida, para el color amarillo una punta de cúrcuma y mostaza, para el color
rojo puré de tomate concentrado y un poco de asadillo de morrón machado.
Luego te puse en el taper un par de cucharones de
cada tipo de ensaladilla separando cada color: rojo, amarillo y morado con
media hoja de lechuga. Imaginé entonces, bajo este cielo gris y laboral, tus
ojos de sorpresa, tu mirada azul y brillante siempre a pesar del cansancio de
tus luchas y de tus madrugones.
¡Pero cómo no me van a gustar tus ojeras, la patria de tu
abrazo y tu bandera de braguitas al sol!.
Espero que a ti te guste hoy mi ensaladilla.
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