Hice el sábado
un arroz en paella con boletus secos y todas las verduras que nos regaló el verano. La
paella no tiene ningún misterio
más que seguir las proporciones y los tiempos y ni siquiera eso. Saboreaba los
granos del arroz mientras la tarde se iba llenado de perezosas nubes de
tormenta y me sentía muy a gusto en silencio, arropado por las alabanzas de los
amigos y su interés por el socarrat. Degustando el frescor de la cerveza fría y
el secreto de cierto pequeño éxito personal que no quise anunciar.
La paella en
el campo tiene esa virtud, la de hacernos recordar, o descubrir de nuevo, que
lo más valioso de la vida y lo que más feliz nos hará al recuperarlo luego de
la memoria son esos días compartidos con lentitud y amigos, ofreciendo alimentos
sencillos y cerveza helada en abundancia, sin justificaciones, ni obligaciones, ni
prisas, sin necesitar demostrar nada, ni hablar de más.
Frente al
resto de los hombres, yo hago la paella sin ceremonia ni rito, sin sentir que
soy maestro de nada, sin guardar ningún secreto, ni impartir lección alguna
(porque así me lo enseñaron las mujeres, Ángela, Magdalena, Sara, Emilia,
Susana…), las paellas se hacen solas más o menos y uno está allí sólo para
contemplar cómo el arroz seco y soso se convierte en manjar y en alimento sin
que el cocinero haga otra cosa que remover un poco el sofrito, medir sin mucha
precisión caldos y semillas, enredar o jugar con el fuego y luego esperar unos veinte
minutos a que el arroz pierda su alma resistente y se llene de los sabores íntimos del verano que concentran en sus colores las verduras. Otros hacen o
quieren hacer de cocinar una paella una lección de magia y poderío, de
cocinismo y ciencia. Pura filfa, puro teatro del absurdo que sólo sobrecoge y
es admirable para quién no tiene ni idea del asunto o no vio hacer la paella a
una mujer.
Sólo me faltó
amasar en el mortero un ali-oli, pero nadie se dio cuenta de este fallo.
Llegó
luego la noche y la tormenta. Cada chispa de luz y cada trueno, cada bocanada
de ozono y de agua gorda me limpiaba de ceniza la memoria y dejaba brillantes
los tesoros de la memoria de todos sin saberlo.
Excelente pinta, te felicito.
ResponderEliminar