martes, 17 de julio de 2018

FLORES DE CALABACÍN



El olor, en la cocina, en el amor, lo es casi todo porque de él va a depender que sigamos probando el plato –y el cuerpo–. Abrazamos para no esconder nada, para decir, "mira, esto soy, no hay más, ni trampa ni cartón, ni máscara ni afeite”. Luego el sabor nos dice la verdad...

Hacemos hoy un montón de flores de calabacín fritas en tempura rellenas de una pizca de queso de cabra y de unas hilas de jamón. Tan fáciles, tan ricas, con ese sabor tan peculiar. Hacemos el rebozado con la harina de tempura, metemos dentro de la flor una cucharadita de queso de cabra (a mi me gusta el quesuco de La Vera) y unas briznas de jamón encima a modo de pistilos carnívoros. Rebozamos la flor, escurrimos y la freímos en aceite caliente. Son crujientes, tiernas, blandas, llenan la boca entera de sabor. 
La calabaza, los calabacines, son una de las elecciones de domesticación de un vegetal más inteligentes que hicieron los humanos hace miles de años porque puede comerse la flor, los frutos inmaduros, los frutos ya maduros y el fruto seco (las semillas). Como tantos otros alimentos, las calabazas y calabacines son otra deuda con América.

Un abrazo o una flor frita siempre nos salvan de la tristeza.









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