viernes, 25 de enero de 2013

ANCHOAS ARTESANAS


Foto de Azul 2.0

Se utiliza la palabra comodín de “artesano” para vendernos muchos productos que han procesado las máquinas en cadenas de montaje de lugares remotos donde la mano de obra no tiene derechos ni vale casi nada. El consumidor cierra los ojos porque compra barato y no le importa saber que lo “hecho con las manos” por un trabajador que conoce a conciencia su trabajo tiene otro valor y un sabor distinto.

Hoy me paseo por la ciudad con el abrigo de paño de Béjar de mi abuelo Fernando que su sastre le cortó hace más de cincuenta años. El abrigo está nuevo a pesar de que lo he usado mucho desde mis tiempos de estudiante. Me gusta pescar con la caña de bambú refundido que fabricó un artesano maravilloso de Jaén y que me regaló mi hijo Guillermo y el azar. Esta caña tiene alma y casi pesca sola. Y saboreo despacio unas anchoas suaves y potentes a la vez, carnosas, intensas, deliciosas que me ha regalado S. No me importa decir la marca, Angelachu, de Santoña. Anchoas fabricadas de forma artesana, “sobadas” y mimadas por manos muy expertas hasta convertirlas en las mejores del mundo.

Merece la pena leer “El Artesano” de Richard Sennett para entender o descubrir lo que de verdad significa esta palabra en los oficios, a pesar de que los robots o los trabajadores explotados y alienados sean la norma de las cadenas de producción del mundo. El saber artesano se acumula, atesora y transmite dentro de una interacción social intensa, emocional, familiar. Es una forma de vida en la que importa el oficio y su relato económico, claro, hay que vivir de algo, pero hay algo más…¿qué mueve al artesano?... conseguir un trabajo bien hecho, aspirando a lo que el considera la perfección, por la simple satisfacción de lograrlo. Teniendo conciencia plena de que el trabajo es algo positivo en si mismo, que le hace feliz, y no sólo un medio de vida para conseguir dinero.

Los artesanos siguen resistiendo a pesar de esta globalización nefasta. Sus productos son más caros pero también mucho más buenos y su precio casi nunca es similar a su valor. Para mi su valor de uso, su valor de cambio, hasta su valor simbólico es siempre mucho más alto que su precio y ese valor no se puede comparar con el de un producto que fabricó un robot o un explotado.

Saboreo las anchoas sin nada, sin adornos, una a una, limpiando mi paladar con un sorbito de vino tinto. Se que su proceso de fabricación, para llegar a esta perfección, es largo y complicado, hay que saber y hay que sentir el oficio de conservero de bocartes. Hay muchas marcas, muchas anchoas baratas. Más del 80% de las anchoas que se venden en España vienen de Marruecos, Croacia, Argentina, Chile, China, Francia, Italia… y muchas son reprensadas para que aparenten mayor tamaño, relavadas y vueltas a salar y enlatadas en aceites diversos. No son malas, claro, pero tampoco son excelentes. Es muy fácil diferenciar unas de otras, basta hacer una cata y comparar, no hace falta tener fino el hocico para notar la inmensa diferencia que separa una anchoa industrial de una artesana. Pasa con una anchoa y con cualquier otro alimento.

Estas anchoas son además un regalo muy hermoso porque a mi, lo digo muy en serio, no me gusta que me regalen nada, salvo libros y cosas de comer, cualquier otro obsequio me deja indiferente, pero un libro elegido con cuidado, un queso o unas conservas de anchoa tan especiales me hacen muy feliz.

2 comentarios:

  1. Buenísimas. Vaya si se nota la diferencia!

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  2. Y tanto. Hay mucha anchoa falsa por el mundo... ahora las lasañas de carne de caballo en Gran Bretaña, ¿qué esperaban de la comida industrial?...

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