martes, 19 de julio de 2016

PRIMITIVA HAMBURGUESA



No fueron ni los yankis, ni el McDonals. El romano Marco Apicio, hace ya muchos siglos, estando en el poder Tiberio, nos dejó la receta de una rica hamburguesa. Sus cocineros mezclaban carne picada con miga de pan, granos de pimienta, piñones y vino blanco. Luego asaban esa torta de carne sobre una teja al fuego.

Pero yo creo que fue mucho antes, cuando un anónimo cazador que sabía pintar las cuevas con sus sueños, cazar mamuts y bisontes o convocar al fuego con un trozo de silex sobre una cama de yesca y leña fina, quién machacó un pedazo de carne entre dos piedras hasta convertir el duro músculo en pulpa y luego asó sobre una piedra caliente esa pasta de carne fácil de masticar, para que los ancianos y los niños de su tribu pudieran comer y sobrevivir los duros días de los hielos perpetuos, osos gigantes y bosques inmensos aún sin nombre.

Eso te cuento hoy, aunque mis amigos paleoantropólogos ni afirmen ni nieguen mi aventurada hipótesis. Así que pico la carne de buey junto al tuétano de un hueso de caña, dos manitas deshuesadas y cocidas, un pequeño pedazo de de jamón ibérico y otro de bull negro, pimienta, cebollino, sal, tomillo, un huevo batido y una cucharada de harina. Amaso esta picada como a veces amaso tu carne pero con otra clase de hambre. La amaso con mimo y con ternura hasta que la mezcla ya es homogénea. Hago entonces dos pelotas hermosas, como de trescientos gramos cada una, las aplasto y las aso despacio sobre las brasas de esta chimenea.

No tiene mucho de prehistórica mi hamburguesa, es más bien barroca y excesiva, opulenta y calórica, adecuada para un día de temporal de viento y nieve, tras un paseo largo por el monte. Una vez en su punto y rosada aún por dentro, la coloco entre dos panecillos tostados y sobre la carne el ketchup, hecho también por mi y bien lleno de sol. Y una cucharada de mostaza antigua, pepinillos y un buen pedazo tibio de queso de tetilla. Pienso en el amigo Apicio y en nuestro cazador de hace miles de años preparando la carne para otros tras una larga cacería por las sierras boscosas de los valles cántabros. No somos muy distintos aunque él afilase el silex de su lanza y yo estas pocas palabras en un ordenador con alma de silicio o esta hamburguesa que he picado con un cuchillo de zirconio. Cazadores, carnívoros, cocineros… contemplando el invierno y dibujando en este mac o en la cueva nuestros sueños...



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