martes, 11 de septiembre de 2018

CODORNICES AL BARRO


Donald Trump es sólo polvo y salitre, un vulgar Ozymandias. Y de esta era, de estos imperios ¿qué quedará? ¿plástico y desierto? poco más... En estos tiempos de microondas, hornos inteligentes, cuencos de silicona y aplicaciones para móviles con recetas de cocina sofisticadas prefiero volver al barro. Vamos a hacer una receta milenaria, dicen que egipcia, del tiempo en el que las "tribus del mar" asolaron todas las civilizaciones. Antes del 1177 a.C. el Mediterráneo era un club de imperios diversos y poderosos. El no va más de la civilización y la modernidad. Hititas, micénicos, asirios, cananeos y egipcios comerciaban, confraternizaban se enviaban regalos, esposas, estaño, oro… y entre ellos se comunicaban sin problemas gracias a barcos ligeros, marinos valientes y rutas seguras mientras hablaban acadio, el “inglés” de la época. Las gentes de la edad de Bronce vivían el florecimiento de formas de civilización y progreso jamás vistos en la historia del hombre. Luego llegaron los llamados “Pueblos del mar” y el mundo entró en largas guerras feroces ruinosas y destructivas. El faraón Ramsés III luchó contra esos invasores y logró vencerlos pero el mundo ya no fue el mismo. Siguieron después otras invasiones, confusas revueltas, terremotos imprevistos, sequías y hambrunas bíblicas. Poco se sabe de aquellos siglos. Una época oscura borró aquel espejismo de progreso del que apenas queda nada, piedras desgastadas, alguna asombrosa espada de bronce, barcos hundidos llenos de ánforas rotas, tablillas de terracota en parajes asolados hoy de nuevo en guerra…

Pero nos queda esta receta de “codornices al barro”: desplumo y eviscero las codornices conservando su corazón y su hígado. Relleno su vientre con menta fresca (o las yerbas aromáticas que haya por el campo) y pequeños pedazos de orejones (melocotón seco) y sal marina. Envuelvo cada una en hojas de col (o de lechuga) y luego, con barro, con arcilla corriente, vale hasta la de modelar, pero mejor la de cualquier sitio (¡será por arcilla!) fabrico un pequeño baúl por pájaro y meto en cada uno a una codorniz. Bien sellados los cofrecillos los coloco al amor de las brasas, enterrados en ellas, para que se hagan. Bastará media hora. Luego rompemos el baúl de barro duro con una pequeña piedra y a comer, mejor con los dedos.
Hay pergaminos y jeroglíficos que dicen que este era uno de los guisos preferidos de los Faraones, también de los hititas, asirios y cananeos. La Biblia refiere que por esas tierras la codorniz era muy abundante y hasta Moisés y los suyos se dieron algún gran festín con estos pajaritos. Hoy ya no hay esa mítica abundancia, el cambio climático y los nuevos regadíos del norte de África, los venenos de nuestros campos y el tipo de agricultura industrial que practicamos van reduciendo sus migraciones. Más abajo, ya cerca del Tajo,  había más de treinta buitres comiendo una vaca muerta. Se levantan asustados. Me parecen bellísimos. Ellos sí que han visto mundo e imperios...



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