jueves, 20 de enero de 2011

MALFATTO DE PASTA LENTEJAS Y CIGALAS

(ilustración de Dati Torrent)

Muchas veces cocino de memoria. Cuando no tengo a nadie a quién cocinar y comer ese guiso rico me toca la tristeza. Tal vez mi tiempo y mi cocina ya sea sólo ese, el del fuego que mantiene la memoria y las palabras.

Me gusta la cocina porque sobre todo cocinar es o era proponer a otra persona que amas, de la que eres amiga o cómplice o afín un espacio cercano, fácil, posible, sucesivo, de placer y sorpresa, de intensidad y amor. Y cuando la persona que amas y te ama está lejos, cocinar se convierte sólo en una cerril militancia, en una forma de alimentarse o en un juego de sabores en la memoria bastante agridulce o amargo.

Ya sé que lo agridulce y amargo forma parte también de guisos y de platos, de días y experiencias. De mi vida.

Preparo malfatto, pasta “mal hecha”, aprovechando unas láminas de lasaña a la albahaca que he estirado con mi máquina de hacer pasta. Me hace sonreír pensar que sólo los italianos son capaces de hacer de una pasta “mal hecha”, una pasta exquisita. Hacer de lo mal hecho, del error, lo irregular, lo roto, algo auténtico y bueno.

Unos malfatto con lentejas y cigalas para llenar la lejanía y el vacío, para decirme: vamos cocinilla, el sabor de estos malfatto te van a descubrir de nuevo el secreto de vivir, no te rindas, cocinar es sentir de nuevo la belleza, recordar ese camino que tantas veces has olvidado y que te llevará de nuevo a la sonrisa, el beso, el abrazo con ganas, libertad, sin prudencia, con deseo. Cocina para ti, orgulloso, arrogante, sonríe, ¿que importa hoy la soledad? Como siempre fuiste, duende feliz.

Preparo unas lentejas al dente, pardinas, cocidas con zanahoria, puerro, cebolla, laurel, pimiento verde. Pelo las cigalas con unas tijeras, trituro los caparazones bien en el mortero y los sofrío en dos nueces de mantequilla. Añado luego el caldo de pescado, filtro y cuezo al dente, en ese caldo fuerte, los malfatto cortando antes la masa en tiras y luego rompiendo esas tiras con los dedos. Mal hechos.

A parte, sofrío, poco, en buen aceite, dados de tomate y hojas de albahaca, añado las lentejas, las colas de cigala crudas y torceadas, la pasta “mal hecha”, revuelvo en la sartén sólo cinco minutos.

Es un plato tan feo. Y tan bueno. Tan viejo, tan sincero.

Malfatto, nada es perfecto. A veces me gusta lo imperfecto, lo roto, lo asimétrico, este revuelto de cosas de colores que me meto en la boca y mastico con hambre.

Muchas veces cocino de memoria, no hoy. Pero nunca he amado de memoria, es imposible. Por eso si estás lejos, antes, ahora, mañana, siento que cocinar es nada, el arte por el arte, una militancia bruta, una forma cultural de alimentarse, una estrategia para alejar lo agridulce y lo amargo de mi paladar, pero no la soledad, ni tampoco su música mal hecha.

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