jueves, 10 de febrero de 2011

DEFINICIONES III (Cuando amar y cocinar es querer aprender)

(Foto de Elena Grandal)

Me pregunta Carmen que cómo puedo escribir "tanto del amor”, ¿tanto?. Le respondo que del amor, de fútbol, de política… todo el mundo tiene opinión, muchas opiniones. Todo el mundo es o se las da de experto, erudito, sabio (bueno, yo del fútbol no sé nada, aunque suene imposible). Otra cosa es saber, saber de sabor, saber de entender, de querer aprender, conocer, explorar, descubrir. Estar con alguien que sea tu maestro o tu maestra (aunque no piense que lo es) maestro o maestra de los que muestran, no de los que amaestran. Porque hay mucho amaestrador y amaestradora. Quien muestra es quien va, quizá, un poco por delante, tal vez a nuestro lado y de su mano conocemos el mundo, sus misterios, sus sorpresas, sus placeres y exquisiteces. Aprendemos a amar y a cocinar, el instinto da energía pero no nacemos enseñados. Y para aprender hay que desear aprender, ponerse a ello, dedicar cariño, mucho tiempo, atención, equivocarse, volver a intentarlo, no rendirse nunca y nunca sentirse sabio, ni experto, ni erudito, siempre aprendiz, siempre nómada.

Escucho: -Yo es que no sé cocinar. A mi es que se me da mal eso del amor. Cómo si cocinar o amar ya se supiera por ciencia infusa o leyendo un libro: “cocina fácil”, “amor en diez lecciones”, “inglés en mil palabras”…

Ponle tiempo, ganas, hambre, cariño, prueba, lee, acaricia, guisa. A veces nos saldrá demasiado salado, otras veces soso. No importa. Aprende.

No hay comentarios:

Publicar un comentario