martes, 8 de febrero de 2011

GAZPACHOS DE GAZAPO

("campo con dos conejos". Pintura de Van-Gogh)

Dos gazapos troceados que cazamos este domingo en Cuenca, sofritos en buen aceite, tres dientes de ajo, una rama de tomillo, laurel, sal. Añado después dos tomates rallados y más tarde caldo de pollo, dejo cocer. Cuando están blandos deshueso los conejos, reintegro su carne al caldo y añado una torta para gazpachos. Cena de campo. Cena de lujo mojada con un vinito también manchego. En el guiso un mapa del mundo, un tesoro de palabras que vienen de muy lejos. ¿Pero de dónde?.

Todos guardamos un mapa de palabras que aún no hemos dibujado, son las palabras pendientes. Guardamos esas palabras y esas voces en el archivo de los mapas por dibujar, como un tesoro. Nadie nos pidió ese mapa, nadie lo necesitará en su viajes hacia tierras incógnitas. Solo nosotros, creemos que algún día será necesario. Con mimo marcaremos sus trazos, cartografiaremos con cuidado las señales, adornaremos con ballenas y bajeles, con una rosa de los vientos de todos los colores el mar invisible.

Guardamos ese mapa de palabras, de lluvia, de años y cuando a veces, abrimos el archivo para tocarlas, tememos que se deshagan en polvo y ceniza, pero siguen limpias y frescas, dormidas, como si el tiempo no las pudiera tocar ni desgastar. En ese mapa está la infancia que a veces nos descubre nuestro disfraz de adultos. Si fuéramos de verdad cartógrafos pediríamos un buen pergamino de Sicilia, el mejor, son curtidos con mimo y preparados para que duren generaciones e intemperies. En él pensábamos dibujar ese mapa, algún día. Era el mapa que quisiéramos haber mostrado a nuestro padre, aunque tarde descubrimos que no entiende esas palabras, ni su idioma, ni los trazos que marcan los lugares que visitamos, las experiencia que vivimos, lo que sentimos, por ejemplo en esa ciudad del norte, en el desierto, en la selva. Pero no importa, tarde descubrimos, tarde, pero no nunca, que él también tuvo su mapa oculto, sus tesoros, sus palabras pendientes y que estas, en otro idioma, con otros límites y mares, son parecidas a las nuestras. Lo descubrimos tarde, pero nunca es tarde. Las vemos muy al fondo de sus ojos. Tampoco nosotros entendemos su idioma ni su sentido, pero si el trazo, los dibujos, el cariño con que un día fue imaginado ese mapa que no es otro que el de nuestra vida.

Te mostraré un día esos mapas mientras comemos este guiso antiguo, para que no viajes desde tan lejos hasta aquí sin saber que hay detrás de mis palabras.

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