lunes, 18 de junio de 2012

BOCADILLO ¿SIN POSTRE?


(Ilustración de Montse Martín)

Te habías cortado el pelo como un chico y mirabas a la vida con la arrogancia y el orgullo de los veinte. Has olvidado esa fotografía. Yo la tengo guardada aquí en la memoria y a veces la manoseo y la miro despacio, intrigado, sorprendido de no poder colarme por esa ventanita de cartón en blanco y negro y preguntarte. ¿Qué te gustaba comer entonces?

Luego salto a otra, diez años después. Te sujetas en pelo con la mano. Tu sonrisa forma hoyuelos bajo los pómulos. La imagen tiene un filtro rojizo y tus ojos miran al futuro con un brillo tan intenso que me cuesta imaginar en qué pensabas. ¿Qué te gustaba beber entonces?

Muchos años después, ahora que la ciudad y casi el mundo entero sufre un lento derrumbe silencioso, antes de salir a la calle más desnudo que nunca y con la certeza de que la intemperie nos herirá sin remedio, me meto dentro de esas dos fotografías y en esas dos preguntas.  Hoy sé que te gustaba comer y beber la vida entera y que nunca se te agotaba el hambre ni la sed.

Yo me he hecho el bocadillo que me gustaba entonces y que me sigue gustando ahora:  media baguette untada en tomate rallado con aceite para guardar dentro un poco de fuet cortado fino y un botellín helado de cerveza.

Cuando amamos a alguien, siendo siempre el verbo conjugado en presente, descubrimos con asombro que la flecha del tiempo vuela también hacia atrás y atraviesa la historia y se posa en cada momento en el que eras aún sólo una desconocida. ¿Y hacia el futuro? Quién sabe. Lo por venir es el territorio de la fábula y la trampa. Un lugar que no existe aunque nos guste el engaño y sus sueños.

Cuando amamos a alguien es un placer alimentar a su cuerpo, cocinar para él o para ella. Más no sólo es un placer. Quién no sabe alimentar y cocinar a quien ama es un triste eunuco, un torpe amante, un farsante que nunca se preguntará que te gustaba comer y beber entonces, cuando aún no existías en su corazón, ni sabrá nunca, al mirar una fotografía de tu juventud, que la belleza tiene sabor y ese sabor no caduca.

Me como el bocadillo, me bebo la cerveza. El sabor de tus veinte, el sabor de tus treinta, el sabor que tienes ahora en el presente es el mismo. Te quiero de postre ¿puedo?.


6 comentarios:

  1. Y por dónde comenzar... ¿eres bizcocho?, ¿helado?, ¿manzana?, ¿queso?, ¿licor?...

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  2. Que hermoso.

    p.d: se que me repito mucho, pero eso es lo que me evoca hermosura en tus palabras y ese botellín helado con el bocata de fuet

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  3. Nunca te repites.

    Hoy comienza el verano. Hoy nació mi hijo mayor (que ya está más alto que yo, con 16). Un día agridulce, perfecto para una cerveza helada.

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  4. Yo a veces empiezo por el postre, lo que solia comer entonces él, era tortilla, que yo le preparaba con ese amor que tu describes, porque cocinar es eso, un acto de amor, que entra en tu cuerpo. Algo intimo y entre dos, o mas, o no. A veces se empieza por el postre, aunque algunos lo sigan llamando aperitivo.
    Tu reflexion de lo más sensual, me la llevo para leersela, mientras se come la tortilla. Bicos

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  5. Gracias S.
    Es verdad. Es lo mejor, comenzar por el postre.

    No todas o todos los que una vez amamos descubren, entienden, que cocinar es sólo eso, un acto de amor importante, algo íntimo... Para algunas apena fue nada, aunque uno ponía tanto. Luego ya no te importa.

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