lunes, 25 de junio de 2012

MIEL DE NARANJAS

(Ilustración de Diego Fernández)

Te gustaba perfumar la casa con fruteros de mimbre llenos de naranjas amargas y limones verdes. Muchas veces, al chupar tu piel, cuando la noche y la libertad eran lo mismo, creía sentir en ella ese aroma cítrico mezclado con el salitre del mar tan cercano.

Siempre madrugabas y desayunabas a tu aire en el jardín, vestida sólo con un viejo jersey, un café amargo y una gran tostada con miel de azahar mientras yo aún vagueaba por tu cama. Quizá fuera aquel café brasileño o la miel de tus colmenas o la brisa salada que corría por el naranjal hasta llegar a tu casa y a tu cuerpo, pero siempre te levantabas con una sonrisa en los labios, sin sombra de ojeras, ni tristeza, ni dudas, aunque hubiésemos estado la noche entera jugando al escondite con Baco y Afrodita.

A veces utilizaba esa miel espesa para adobar el pollo que asaba luego cortado al estilo portugués, muy despacio, en brasas de leña de algarrobo. Te gustaba comer el pollo con las manos, chuparte los dedos engolosinada y brindar sin palabras con un clarete de Requena bien frío.

Siempre me daba pereza regresar a la ciudad por culpa del trabajo. Cuando me fui aquella tarde me regalaste un tarro de tu miel de naranjas y un beso breve de hasta luego.
Pero sólo unas horas después nuestro tiempo de marea lenta se convirtió en otra cosa. Un cruce al atardecer, un camión demasiado cargado o demasiado veloz y un ruido de chatarra doblada rompiendo todo. No he vuelto nunca a aquel horizonte…

…Y he tardado muchos años en regresar al sabor de la miel de azahar adobando un pollo tierno asado sobre las brasas. Mis limoneros y mis naranjos se llenan cada marzo de abejas y al atardecer me protejo de la brisa del mar con uno de tus jerseys desgastados y azules. Hoy ya no me importa recordar que eras feliz devorando mis guisos y que también yo te comía entonces con las manos, sin cubiertos ni educación, y me chupaba los dedos y me bebía el clarete bien frío de tus labios…

…Y hoy coloco por la casa fruteros pequeños de mimbre con limones verdes y naranjas amargas. Me levanto muy temprano y desayuno un tazón grande de café fuerte y una tostada con miel de azahar. Tal vez sea esta la única forma que tengo de nombrarte sin decir nunca tu nombre o mi forma de desafiar a todos estos vientos de la edad que se llevan muy lejos la memoria. La memoria tal vez, la memoria entera, no me importa olvidar, me da igual quedarme vacío, pero no perderé nunca el recuerdo de tu sabor a azahar y salitre, a naranjal y beso de hasta luego. 

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