Salió a tocar
la escarcha que ahuecaba la tierra y a ver amanecer junto a los robles de la
Berrocosa. Era un salvaje, le gustaba salir a cazar así, caminando despacio
entre los helechales y los espartos secos, acechar a los zorzales y respirar
ese primer aire helado del día de año nuevo.
Había
compartido muchas veces la belleza del campo llenando con palabras el momento y
el paisaje. Había amado muchas veces, emboscado entre los sauces, en el río,
saboreando así los cuerpos sin otro maquillaje que el sol y el deseo. Y había
caminado igual que hoy otros días finales de Diciembre, muy sólo, muy despacio,
mirando al cielo limpio y rompiendo el silencio con su arma. Levantó una
becada. Pasaron torcaces y avefrías. Se sintió limpio de sueño, de cansancio,
de palabras de sobra.
Luego, ya en
la cocina, limpió con mimo la docena de zorzales. Reservó los higaditos.
Deshuesó las pequeñas pechugas y los muslos. Doró en el horno los huesos junto
a un cebolla cortada para luego hacer una salsa. Puso la carne limpia de las
avecillas a macerar en Jerez dulce, pimienta y tomillo.
Muchas veces
se sintió sólo en la ciudad y caminaba sin rumbo, hasta agotarse. En el bosque
nunca. Varios días después, rendida la carne de caza al vino, rellenó con ella
y los boletus crudos, unos saquitos de pasta brick. Salió a la terraza, al sol de invierno recién inaugurado con
la fritura que escondía la carne de los zorzales y las setas, una manta de
piel, una botella de vino, su salsa especial hecha con el fondo de los huesos asados, los hígados y unos pimientos
fritos, algo picantes.
Masticaba
despacio los bocados y la boca se le llenaba de nuevo de bosque. Era un salvaje,
pero tampoco hacía alarde de sus instintos y su pasión cazadora. Era un glotón,
pero tampoco quería convencer a nadie de que comer, muchas veces, proponía una
forma distinta de felicidad alejada del refinamiento y el gusto convencional, una
felicidad también salvaje, primitiva, silenciosa, de la que sólo entienden los paladares
y los cuerpos que están en el secreto.
...Otra receta de
zorzales es esta, tan rica, gracias Pawadan:
http://lacocinadepadawan.blogspot.com.es/2012/09/tordos-o-zorzales-en-salsa.html
Cuando tus historias se enredan en el bosque, en los campos, entre nuevos amaneceres y primitivos impulsos salvajes, me emocionan intensamente y siento que experiencias parecidas hubieran sido vividas por mi. Está claro que no ha sido así, y me pregunto de dónde nace esta sensación... ¿Historias que escuché siendo muy niña a los hombres de campo que me rodeaban? ¿Sueños? ... No sé... Porque a pesar de haber visto a gente de mi familia matar animales para comer del modo más natural, yo soy incapaz de hacerlo. Será que soy algo cobardica; pero, en el fondo, hubiera deseado ser una salvaje.
ResponderEliminarMe gusta especialmente este relato que me trasporta, como ya ves.
Besos
Gracias por tus palabras Isabel. Tal vez tengamos una memoria común o que el dudoso inconsciente colectivo no lo sea tanto. Bs. R.
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