Recordó
aquel verso de su amigo Miguel: “Era afán
de complicidad, nunca sólo de amor”. Y todo lo que en esas palabras se
escondían. Luego, antes de comenzar a guisar dio un largo paseo por la nieve,
pisando con cuidado la espuma helada y brillante del paisaje. Se sentó entre
los robles, en la única piedra descubierta y respiró el aire frío. Sacó la
petaca del anorak y saboreó el calor del trago de Malta, su tacto a madera con
memoria de Jerez viejo, su gusto final a fruta seca y noche. Se estaba bien allí,
bien abrigado.
Bajó
despacio y a pesar de la nieve descubrió alguna gran raíz de brezo muerta que
se llevó en la mano para alimentar con la dureza de su calor la chimenea de la
mañana.
Coció en
la olla los rabos de cerdo con una cebolla entera y dos hojas de laurel. Después,
cuando la carne casi se desprendía de los huesos, picó la piel grasa y las
finas hilas de esa carne gelatinosa. Preparó el sofrito simple con un poco de
pimiento verde. Añadió al final el arroz, el caldo de cocer los rabos, el azafrán
y la carne deshecha.
El olor
del guiso se extendió por la cocina. Abrió el ventanal y dejó que entrase el viento
helado. Cinco minutos antes de servir añadió al arroz un machado de ajo,
perejil y tomate rallado con un poco de agua.
Nos pasamos la vida entera aprovechando
la química del deseo para encontrar esa complicidad enredada en el amor. Nos
pasamos muchos años acumulando en la memoria todas las veces en las que esto no
fue posible.
Con la
ventana abierta aún, le gustaba comer el arroz muy caliente, soplar cada bocado,
recordar a la abuela Ángela haciendo ese mismo guiso para ellos muchas veces.
Después, muchos años después, ya muy anciana, cada vez que la veía, ella le
preguntaba sólo ¿estás bien, hijo?, ¿estás
bien?. Y aunque tantas veces no fuera así él siempre le respondía que sí, sonriendo,
porque en esos minutos junto a ella si lo estaba.
Ahora
recuerda todo eso enredado en el sabor de ese guiso antiguo. ¿estás bien?...
Excelente receta para invierno, habra que probarla.
ResponderEliminarSaludos desde la GIRALDA.
Gracias Jose Luis. Hice la receta hace unos días para una panda de amigos "gastrónomos" y gustó mucho. Y eso que la idea de comer "rabos" de cerdo, es algo chocante...
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