A Claudio lo envenenó su mujer mezclando amanitas phalloides con cesáreas, él lo sabía y no cerró la boca, mejor morir así que rumiando hojas de lechuga en una larga jubilación con mil achaques disimulados por la medicación y las abstinencias. Ya no nos atrevemos a amar o a comer con pasión, riesgo, glotonería e inconsciencia como aquellos locos romanos. Preferimos lo sano, lo terapéutico, lo sensato, lo equilibrado, lo digestible, lo que prescriben los expertos como bueno para el hígado, el sistema cardiovascular o el alma o el corazón (ahora psique). Un menú de plato o de cama sin muchas complicaciones o aventuras, sin demasiado abismo, de buena digestión y fácil beso. Cristina Nehring sugiere que todo eso es de verdad muy sano pero muy aburrido y que hay que amar con esa pasión libre, fou y auténtica de antes, que hay que comer con ese apetito de gourmand y de glotón y que no hay peor exceso que la mesura ni peor sexo que el estadístico, gimnástico, suficiente, de manual de autoayuda o de revista de peluquería, sin su timidez y su derroche. Imposible pensar otra cosa ante un plato de amanitas de los césares y butifarra dulce de Girona. Un plato excesivo, intenso, amarillo, de pringue, dulce y salado que llena y satisface. Primero hacemos el embutido asado despacio en una sartén con un poco de manteca y luego en su grasa rehogamos un poco las setas. Pan en abundancia y copón de Verdejo de Rueda. “El futuro es propaganda, el pasado una fábula, el presente es historia”, pero tenemos los instantes, la noche, la memoria. El día que ya no pueda festejar con butifarras, vino y amor pediré un buen plato de phalloides o veneno similar.
Preguntaron a Mary Beard la historiadora experta en el Imperio Romano sobre cual era su personaje romano favorito y no dudó, no era Claudio: “Mi personaje favorito es Eurysaces, un panadero”. Y el mío.
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