jueves, 25 de febrero de 2010

BOCATA DE FUET, TOMATE Y TARDE

Ilustración: Emma Sheldrake
Baguette tostada, chorreón de aceite virgen, tomate rallado sin piel, fuet cortado bien fino pero abundante. Bocata para cenar. La soledad si admite el bocata de cualquier cosa. Esta cena me gusta con cerveza en esa hora incierta a punto de llegar la noche, en la que el gran teatro del mundo parece que puede cerrar sus cortinas hasta el día siguiente… o al contrario, el gran teatro de la vida abre las cortinas y enciende las luces para que comience la intensa y sabrosa sesión de la noche. No hay noches más largas y divertidas que las que comienzan a esa hora, con un bocata a medias y unas cuentas cervezas. Hoy no es el caso. Mastico el bocadillo despacio, a conciencia, con gusto. Pego grandes sorbos de la cerveza fría y contemplo esta luz de las cinco entre las nubes de lluvia de este invierno tan frío. El pan cruje, el aceite y el tomate inundan mi boca de paisaje y el fuet me ordena los recuerdos y va empujando una sonrisa desde alguna parte, desde muy lejos. La cerveza, casi helada, me limpia el paladar del festín sencillo de cada mordisco y me incita a salir por ahí, hoy que es jueves y Madrid comienza a hacer cosquillas a quienes estamos en sus secretos. Mucho tiempo sin saber de ti, pero el tiempo y el amor son libertad. Esperar, ahora, siempre es dulce. La desolación siempre es parte de todas las ciudades, los amores intensos y largos, los cartógrafos que olvidan ya sus mapas.

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