miércoles, 3 de febrero de 2010

LOS SUEÑOS ALIMENTAN

Hay una cocina secreta, casi extinta, cocina de nómadas, trashumantes, cartógrafos, marineros, cocina precaria que, como el amor precario, convierte en preciosos manjares lo poco que llevan en su morral o su alma, las sobras, los recuerdos, pan duro o pescado seco o tasajo, sal, guindilla, sonrisas, orgullo de caminante..

He viajado hasta las tierras del desierto para intentar hacer un mapa de las rutas de las caravanas, he medido las estrellas y dormido bajo la luna tolerado por los escorpiones, he sentido como suena la caricia del viento sobre la fina arena y tenido conciencia de lo diminuto y frágil de la vida humana. Para un viejo cartógrafo ha sido una forma de volver a sentir lo mismo que cuando aprendí a trazar mapas porque el desierto es el mar. Todo cambia, solo la referencia de los astros nos sirve y en ellos, como otros hombres en otro tiempo del pasado y del porvenir, he podido pensar en todo aquello que guarda con mimo la memoria. En ti. En mi cocina secreta, mis recetas precarias, los sabores de antes.

No se cuantas lunas y años han pasado desde la última vez que se cruzaron nuestros caminos. No se cuantos soles y días pasarán cuando de nuevo se encuentren, pero de vez en cuando imagino un mapa, una ciudad, ese lugar preciso en el que siempre se cruzan dos viajeros como nosotros para comer juntos y amarse con libertad, destreza y valentía.

Y otra vez, de nuevo, me he negado a trazar los mapas de las rutas de los caravaneros. Tengo la certeza de que es mejor que sigan siendo un misterio, en cuanto se sepa como atravesar este desierto huirá de él el viento, la luna, los escorpiones y este silencio susurrado que invoca lo mejor de nuestros recuerdos. Muchos han desaparecido en este horizonte casi infinito, otros muchos ambiciosos creen que la ruta a Tombuctú le dejará más cerca de las minas del rey Salomón o del perdido oasis lleno de riquezas en el que hace siglos enterraron a Alejandro el Magno. Han buscado la tumba en Sidon, Alejandría, Menfis, Siwa, pero yo sé que está aquí, en un punto de este Sahara que muchos creen maldito. Solo aquí puede descansar a salvo de su fama y de la avaricia de gloria y ambición de tantos cobardes ignorantes.

Tuesto hoy aquí, enterrada en la arena caliente por las brasas una torta de pan, un poco de cordero que rocío con aceite de oliva, pimienta, sal y nada.

Tal vez este sea el trabajo que nos aguarde en el provenir, emprender juntos el camino por este desierto en busca de ese oasis y vivir allí, lejos de toda usura, podré entonces desnudarte y dejar que me desnudes de la arena sucia que nos pesa después de tanta vida derrochada.

Los sueños alimentan.

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