lunes, 26 de abril de 2010

ENSALADA DE PIÑA

(Fotografía de Monika)

Me preguntaste, te preguntaste qué hubiera pasado si hubieras subido aquella noche a mi casa. No supe responderte. La memoria de los cuerpos es extraña. Convierte encuentros fugaces en dulce que no cansa y encuentros que fueron muy frecuentes en hojarasca rota. La memoria de los cuerpos no se escribe con palabras, son el silencio, los sabores, los gestos, las miradas, los abrazos en sueños o tan despiertos aún de madrugada los que escriben el libro que los nombra, recuerda, atesora.

Pero si, puedo decirte que deseaba y quería que subieras aunque no te lo dije. Igual que sé que perdimos una noche. Pero entonces perder una noche no era nada y hoy sabemos que perder una noche es casi perder una vida porque la memoria de los cuerpos puede llevar muy lejos a las personas que descubren en una sola noche que se aman.

Qué hubiera pasado. Me lo pregunto muchas veces, pero no puedo fabularlo, no puedo inventar aquellas horas. Solo sé que te fuiste, ya muy lejos y yo subí a mi cama y también me fui lejos de otra forma. Y hoy, a veces, temes esa distancia, esa lejanía de relámpago de entonces, crees que cualquier día me iré o te irás y ya ningún azar jugará a juntar cuerpos y palabras. Y es cierto. Y yo temo que temas y siento ese oscuro cansancio de tu miedo que viene de tan lejos. La memoria de los cuerpos es extraña pero también leal, no se equivoca nunca. Entonces aprendí a hacer una ensalada de piña que a ti se te derramó en el coche. Aprendí o la inventé o la tomé luego en otros días, otros lugares, de otras manos. Piña cortada en tiras finas, pechuga de pollo asado cortado también en tiras, dados de tomate, lechuga en juliana, sal, salsa mahonesa mezclada con un poco de salsa de tomate y vinagre de jerez y pimienta negra recién molida. A veces en utilizado esta ensalada para acompañar un perrito metido en una buena baguette. Pero siempre que la hacía me acordaba de ti, no con la memoria del cuerpo, con la otra, siempre más torpe e imprecisa.

Escribo la ensalada mientras llegas y la termino luego, cuando te vas lejos de nuevo. Pero de ahora en adelante no hay temor, ni miedo a que lejos te pierdas o me pierda. Ya no necesitamos de miguitas.

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