sábado, 15 de enero de 2011

RODABALLO INTENSO

(Fotografía de Pedro Morales)

¿Levedad o Intensidad?... en la cocina, la vida, en amar… Se lleva la levedad, aunque Kundera nos avisara que tal levedad llega a ser insoportable. Yo prefiero la intensidad del sabor de una cigala como las hace Victor, una guidilla verata, un puñado de berros salvajes en sopa fría, un civet de liebre, una copa de vino tinto o dos. Prefiero la intensidad de la piel de tu pecho, de ese hueso que me gusta entre tus hombros, de tu mirada seria y brillante cuando me atrevo a contarte que me gusta tu sabor y el presente de tu cuerpo.

Los sabores leves no son sutiles, ni suaves, la levedad no macha, ni raspa, ni produce escalofríos, ni nos transforma. Unas brochetas de anticuchos, de corazón adobado y asado, no tienen un sabor muy leve que digamos, tampoco unos boletus a la brasa o un rodaballo cocido en puré de ostras o unas mollejas o unos calçots que me voy a comer esta tarde. Pero tu cuerpo es suave e intenso a la vez, abrazar tus caderas, tu culo, tu espalda es sentir que de nuevo la vida es intensa y suave, que las palabras que te atreves a escribir me recorren la espalda igual que tus dedos, igual que los volcanes salpican Guatemala, igual que el sol se cuela entre los rascacielos de Nueva York buscando algún hueco en nuestro abrazo, que no encuentra. Eres afín e intensa. Eso no te lo digo (qué cursi).

El pescadero se reprime insultarme cuando le pido que me desespine el rodaballo. Arrogante, tira las espinas y la piel sin preguntarme si las quiero esta vez para caldo. Lo merezco. Pero cuando le cuento de que va el comistrajo acepta mi demanda o mi pecado. A un puré de patatas suave y “ennatado”, le añado y mezclo una docena de ostras crudas trituradas en la batidora. En una sartén con tapadera, en ese lodo gris y amarillento del pure de ostras y patatas, entierro los lomos de rodaballo con su poca sal y su pimienta y su punto de albahaca. Pongo a fuego medio el guiso menos de cinco minutos y a comer con cuchara y tenedor, pan y vino, hambre y placer. El mar intenso en el plato, tu sexo intenso en mi memoria. Eso no se lo digo al pescadero, no sea que me lance algún cuchillo con envidia, pero veo que apunta la receta que le cuento en un papel de estraza. Imagino que él, también, anda en amores con una sirena.

4 comentarios:

  1. el otro día en la pescadería, los pescaderos preguntaban a todas las clientas si les limpiaban las pescadillas; las señoras respondían: las tripas sí, la cabeza déjela.
    Me imaginé a todas esas mujeres chupando las minúsculas cabezas de las pijotas. Fue una visión demasiado perturbadora para tenerla en mercadona. Casi salgo corriendo pero antes, cogí una bolsa de mejillones vivos.
    Curiosa palabra de verificación: voyeri.

    ResponderEliminar
  2. Yo también "soy un desastre para decir a alguien que lo recuerdo..." que estoy cerca , que sigo su pensamiento y el corazón que destila en sus letras . Ni siquiera te he deseado feliz año. Y te aseguro que el mio es mas feliz porque puedo asomarme a esta ventana y contemplar un raro paisaje de inteligencia y sensibilidad .
    Gracias Ramón. Un abrazo . Ana (A PUNTO)

    ResponderEliminar
  3. Gracias Su, Gracias Ana. Mi hijo Gui me pregunta que ¿para cuando otro curso de cuisine para niños/as en A Punto?, aquel de cocteles le ha dado mucho juego social...

    ResponderEliminar