(Pintura de Theodore Roussel)
Ceno una ensalada con lechuga ecológica, verde, crujiente, ligeramente amarga, con un poco de salsa de yogut con piñones tostados y merluza marinada en limón aceite y yerba luisa. Hace mucho que no guiso algo que me lleve más tiempo. Cenas breves, ligeras a solas.
Tocas con tus manos mis palabras, tocas dentro de mi cuerpo todos los lugares que me dan placer, todos los lugares de esta tierra que hemos ido creando tu y yo, en la que también hay selvas y ríos, arena junto al mar, sombras y sirenas.
Y entonces, con tus manos en mis palabras, tenemos dieciocho y no sabemos por dónde comenzar a tocarnos, las caricias son un mapa poco fiable para caminar por nosotros y por eso nos gustan. Perderse es la mejor forma de vivir de tu mano en esta tierra sin mapas.
A veces, alguien desconocido me pregunta mi oficio y digo que soy cocinero y cartógrafo -y tu sonríes-. Pasaba antes las yemas de mis dedos por uno de mis mapas. Mis manos tocaban los dibujos y mis ojos cerrados tocaban el paisaje, el rugoso calor de las rocas llenas de liquen, el frescor de terciopelo de las hojas de los árboles, la humedad blanda del musgo, la placentera frialdad del agua pintada de azul. Toco el mapa y toco el mundo, despacio, buscando el secreto que guardan las formas, las texturas, la temperatura de lo vivo o lo inerte. Tocar. Me gustaría poder tocar el tiempo, sentir su gelatina invisible, acariciarlo despacio, adivinar su forma, sus límites, su calor. Solo he podido, muy pocas veces, tocar el tiempo en otra piel, cuando nada nos detiene y no hay prisa, cuando la piel se confunde en nuestros dedos asombrados y curiosos. También se toca el tiempo en la piel del hijo recién nacido, en su forma de aceptar la vida, exigir el alimento, disfrutar del baño y del sueño. Sé que no te descubro nada, que sabes de qué tiempo te hablo y cuál es su secreto. Por eso hoy te toco en este mapa, en esta receta, en este tiempo tan veloz que se me escapa en viajes y trabajos. Toco tu piel de agua, musgo, hoja, roca que te hace visible, real y viva. Toco tus palabras y tu recuerdo, esas líneas del mapa por dibujar y que solo existen en el futuro. Pero yo nunca he creído en dioses ni en futuros. El único futuro son estas ganas de sentir como me alejo con los ojos cerrados y este mapa recién dibujado entre los dedos o estas ganas de tenerte otras vez cerca. ¿Recuerdas mis palabras?.
Se acaba la ensalada, el mapa, mis palabras, tu lectura, pero nunca las ganas de tocar la piel de la tierra de tu vida.
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