(Pintura de Michele Mia Araujo)
La sal y una sonrisa. El agua y su sonrisa. Unos tomates maduros rallados con aceite y sus ojos brillantes siempre al despertar o al cerrarlos feliz para dormir a mi lado. Vivir con alguien que sabe sonreír y sabe porqué hacerlo. Creo que sólo existe esa forma de paraíso.
Contemplaba embobado su espalda desnuda, su cintura, su culo, el susurro de sus pies en las baldosas antiguas y desgastadas. Pero nada era igual a verle darse la vuela y sonreír – Venga tonto. Deja de mirarme ¿así de café?, ¿más? - Era tan raro estar con alguien que sabía sonreír y sabía porqué. Yo tenía tantas sólidas razones para no hacerlo. Razones que ella borraba con un beso entre sonrisas. Cuando volvía del restaurante, ya muy tarde, ella estaba muchas veces dormida y la contemplaba largo rato, iluminada por la lechosa luz de la farola de en frente. Soñaba y sonreía ¿cómo era posible?.
La conocí en una de las fiestas de Anthony. Yo entonces no tenía ganas, ni tiempo, ni voluntad para enredarme en otro amor. Rachel trabajaba cada día con el dolor, sobre el dolor, tocando el dolor en la piel y las voces de otras mujeres. Escuchaba historias muy duras que a veces me contaba sin poder encerrar las lagrimas en sus ojos. Una mujer a la que su marido quema los pezones cada vez que cree que mira con deseo su vecino, la dominicana gordita a la que el padre de su último hijo intentó degollar con un machete de caza, la adolescente violada cientos de veces por un padre al que sin embargo va a ver todas las semanas a la cárcel… Ella vivía todos los días en un mundo de violencia transparente dentro de una ciudad que parecía apacible, optimista y limpia. ¿pero cómo podía sonreírme luego, después de todo eso, de sonreír hasta en sueños?
Me gustaba acompañarla a veces a sus charlas en los institutos, las asociaciones de vecinos, los grupos de apoyo. Me gustaba el brillo tranquilo de sus palabras y su fuerza: “este milenio es nuestro. Este milenio es el milenio de las mujeres”.
Me gustaba guisar pescado porque a ella le encantaba nuestra forma “española” de guisar el pescado, no muy hecho, aún traslúcido, sin salsa y sin inventos. O en fritura, me encanta la fritura. Hacía para cenar unos boquerones fritos gracias a la harina mágica que me enviaba una amiga desde Sevilla y un lenguado grande que yo mismo desespinaba y asaba a la plancha con un chorrito de aceite y un machado. Comía y sonreía. Tonto, no me mires así que me da vergüenza. Claro que sonrío. Tenemos el regalo de vivir, simplemente, ¿para qué quieres más?.
Yo luego de postre tenía su sonrisa.
HOLA
ResponderEliminarMe interesa el tema de la sociologia del consumo.
Intento hacer una investigacion sobre estilos de consumo alternativos en cuanto a la alimentacion. Esto es, productos naturales, vegetarianos u organicos.
Soy estudiante de sociologia en chile y me ha sido dificil encontrar informacion sobre el tema, principalmente en lo relacionado a teorias sociologicas del consumo alimentario, relacionado a los estilos de vida, formas de actuar frente al mercado tradicional de alimentos, etc.
Espero que pueda ayudarme, enviarme bibliografia, autores o links, para poder buscar en internet o en la biblioteca de la universidad.ç
Atte.
Marianela Cepeda