Siento la lluvia fina arropar las olas y el acantilado. Se prolonga la tarde con sabor a aguardiente de manzanas y confidencias con palabras y silencio. Hemos venido de lejos porque cada una de las vidas es un viaje y ya ninguno de los dos recuerda cual fue el comienzo. Pero está lejos lo sublime porque hemos rechazado los menús espirituales y los platos minimalistas. Pedimos un cocido maragato con todas sus consecuencias y dos botellas de vino, una para cada uno, porque tener los mismos gustos de cama no significa ser iguales en el placer de los tintos. Pero se acabó el cocido y el vino y era necesario mojar en aguardiente los estómagos y ver caer esta primera lluvia y acariciarte las piernas ahora que no mira la camarera. Engordaremos hoy, sin duda, y por culpa de los ricos garbanzos tal vez será cierto aquel verso de Don Francisco de Quevedo: "Y llega a tanto el valor de un pedo que es prueba de amor, / pues hasta que dos se han peído en la cama no se tiene por aposentado / el amancebamiento”. Pero ya habrá días de dietas milagrosas a base de espárragos verdes, filetes de buey viejo y bien madurado y sexo remilgado o sin vergüenza.
Hacía tanto tiempo que no venía a esta esquina del norte. ¿Te he dicho que me gustan tus pechos adolescentes?. ¿Te he contado que prefiero regalar libros a esmeraldas?. ¿Te he escrito que no hay más lujo que un mendrugo de tiempo?. ¿te he nombrado aquellas palabras hoy tan vivas de mi querido Camus?: “además de la historia existen otras cosas: la felicidad sencilla, la pasión de los seres, la belleza natural. También estas son raíces que la historia ignora. Y Europa, como las ha perdido, es hoy un desierto.”
Se acaba el aguardiente de manzana y a pesar del festín la digestión es tranquila igual que esta tarde lluviosa. Las palabras de Camus nos trazan un camino. El cocido estaba de muerte. El vino me reconforta de tanto tiempo derrochado. Puede que Europa haya perdido algunas raíces pero no las hojas, ni las ganas de vivir y de perder el tiempo aquí en Cantabria o en cualquier otro lugar con bosques, mar, ríos que sueñan con salmones, viajeros que recuerdan versos pero que olvidaron el lugar dónde comenzó su viaje, tierra de ciudadanos críticos, de genio libre y ganas de ser a la vez mejores y felices.
Y Ahora que duermes y sigue la lluvia arropando las olas y la tarde, siento que me has enseñado muchas cosas importantes. Como cuando nombras a tu madre, su despedida, su ausencia y me regañas por seguir alejado de la mía. Y me acuerdo de nuevo de Alberto Camus y de su madre Catalina, española pobre, analfabeta, inmigrante y de aquellas palabras transparentes cuando le dieron el Premio Nobel: “creo en la justicia, pero defendería a mi madre, antes que a la justicia”.
Estoy seguro que a Camus le hubiera gustado este cocido tan auténtico, el aguardiente frío, tus piernas y esa forma que tienes tan fácil de dormirte.
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