Hubo un tiempo, no tan remoto, que comerse una ensaladilla en un bar era más arriesgado que jugar a la ruleta rusa con cuatro balas del cuarenta y cuatro magnum en el tambor. Entonces, escarmentado de muchos nomadeos culinarios, no comía en ciertos sitios una tortilla de patatas ni aunque me pusieran ese revólver en el corazón tras el primer click. Mi amor de entonces, que era muy valiente y comilona, la pedía sin miedo hasta que al llevar devorado un día medio pincho, apareció una mosca negra y jugosa, poco hecha, entre la cebolla y la patata, una mosca más grande que un piojo de cachalote, no exagero, ella lo sabe. Eso era antes, claro, de la cocina tecnoemocional y de los gastrobares. Qué tiempos de aventura.
Copié esta ensaladilla rusa de Juanjo López Bedmar. Patata, zanahoria, guisantes frescos ( más caros que el caviar), asadillo casero de morrón, huevas de erizo, mahonesa la justa. Las pocas veces del año que consigo los ingredientes me la como en un cuenquito de barro primitivo que compré en un zoco de Túnez, con cucharilla de postre de rabo largo, descalzo y con los pies encima de la mesa de la terraza mirando a Gredos.
Hago otra ensaladilla de berberechos recién abiertos y asadillo de berenjena que es ideal para cenar de noche también con los pies descalzos por delante pero con los ojos puestos en las estrellas. Mojando el guiso fresco con un buen cava helado y seco.
Hay mucho crimen por ahí contra la simple, humilde y rica ensaladilla rusa, ya no te sale la mosca pero te ponen un engrudo hecho de verduras congeladas, mayonesa de bote y atún del Manzanares a precio de cola de sirena. Eso pasa hasta en los restaurantes finos.
Hago otra que además de lo típico, en lugar del pimiento le meto lentejas y tacos de bogavante a la plancha, añadiendo a la mahonesa el coral del bicho. No penséis que es derroche, que los venden vivos y con buena pinta, los sábados, en cierto super francés a seis euros la unidad ¿serán de criadero chino?.
Proust tenía su jugosa magdalena y yo tengo aquella mosca gorda y negra en mi memoria. Mejor no escribo de mis “tiempos perdidos”.
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