(Fotografía de
Rafael Trapiello)
Temo a los que
increpan con un “¡manda huevos!”, a los que hacen o creen que hay que hacer las
cosas “por huevos” o a los que utilizan la rancia pedagogía de “cuando seas
padre comerás huevos”. Mala gente. Los embriones de gallina y por extensión de cualquier
otro bicho que ponga huevos o huevas, del pato a la tortuga, de la excesiva
avestruz a la delicada codorniz, del rancio esturión al vanguardista pez
volador merecen nuestro cariño, respeto y apetito. Un huevo, un buen huevo es uno de los
ingredientes fundamentales de la cocina de la humanidad. Del tocino de cielo al
huevo milenario chino, de unos buenos rotos a la crema catalana, de los
bizcochos a la soberana tortilla de patata con cebolla, sin el huevo en la cocina no
seríamos casi nada.
Confieso que
cuando, en la película de “Alien”, sale aquella inmensa cueva llena de gigantes y
roñosos huevos de bicho lo primero que se me pasó por la cabeza fue: “joder,
que pedazo tortilla podría hacerse con un huevo así”. Y también lo pensé en la
spilberada de “Parque Jurásico” con los huevos de dinosaurio. Será que me sale
el instinto inconsciente de ladrón de nidos ajenos que todos llevamos dentro
desde nuestros años mozos cromañones.
Eso sin
comentar que uno de los guisos más complicados de nuestro recetarios es, como
no, el de dos huevos fritos con patatas fritas y virutas de jamón. Ante esa
sofisticada receta se hunden muchos cocineros postmos y muchos cocinillas chulos.
No es broma, cuento con los dedos de una mano los restaurantes donde los hacen
bien y me sobran muchos dedos. Es difícil freír huevos y aún más freír unas
buenas patatas. Aún así hay comensales arriesgados y valientes como mi tío
Ángel que, ante la excelsa y barroca carta del restaurante de postín, se
atreven a pasar olímpicamente de las innumerables sugerencias del chef y piden
los citados huevos fritos con los que está engolosinado desde siempre. Y si los
huevos con patatas pasan la prueba a buen seguro que todo lo demás estará rico,
pero si no la pasan ¿qué mercachifles estará mangoneando en aquella cocina?,
¿en que academia de corte y confección cordón bleu la habrá dado el título?, ¿en qué cárcel de máxima seguridad yanki aprendió a freír patatas?... mejor
salir corriendo antes que nos envenenen, engañen o estafen con un aire frito o
una gamba en camisón.
Y espero que pronto el nuevo fiscal general del estado
dicte una orden de busca y captura contra los que inventaron, venden y fríen
esas patatas congeladas de idéntico corte, textura de corcho revenido y sabor a
aceite reciclado de tractor que no presentan en tantos restaurantes de comida
rápida, de medio fondo y hasta que los que van de modernos y bulliflautas por
el mundo.
Con la media docena de fresquísimos huevos que nos presenta en la foto Rafael Trapiello se puede comenzar a hacer una buena tortilla y después la revolución. Como mínimo.
!Cuanta razón! !Como un templo!.
ResponderEliminarCon un par, si señor!
ResponderEliminarJajajajaja, me encanta!!! Qué razón tienes, como siempre. Besos.
ResponderEliminarGenial!
ResponderEliminarTe descubro en este momento... buscando no se qué que ya no me acuerdo, algo me cautiva y cuando me doy cuenta... casi he leído todos tus artículos; desde este momento me declaro tu gastrofan.
ResponderEliminarSaludos desde Salamanca.
Gracias Maria.
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