martes, 4 de julio de 2017

QUESOFÍLICA O QUESOFÓBICA



Prefiero que la luna sea de queso a que sea de polvo gris. Prefiero que tu alma sea de queso a que sea de ceniza seca. Prefiero que el desayuno sea queso a que me envenenes con un café soluble liofilizado y una tostada de pan de goma. Pero tu deformación de profesora de física teórica te hace sacar el aguijón de araclana y me dices que lo sientes, que la luna es de polvo y de piedra, y que no hay alma en tu cuerpo ni otra cosa para desayunar en tu casa que este café tóxico y esta tostada de cartón y atrezzo. ¿Habré dormido con una quesófoba?, ¿estás condenada por uno de esos genes malditos que te hacen alérgica al queso?, ¿considerarás, como tantos millones de chinos, que la leche es tan repugnate como un salivazo y el queso es una plasta blancuzca hecha de una secreción mamífera repugnante?... Por un momento me dan ganas de sacar una lasca de Idiazabal, una cuña de manchego, un triángulo de brie y ponértela delante, como el ajo al vampiro o colocartela con violencia entre las tetas y comprobar si reniegas, blasfemas y gritas con los ojos inyectados en sangre, se te ponen caninos de perro y te sale humo por algún sitio. Pero me contengo, ya estoy un poco harto de chupasangres de casta adolescencia o de vampiras maquilladas de lujuria. Prescindo de tu oferta para desayunar y vuelvo a tu cuerpo y al silencio, a no mentar el queso y sus delicias, ni la luna, ni el alma, ni el Cabrales. Por amor, o por culpa del deseo, traicionamos a la patria, los ideales, los sueños y los gustos, aunque yo no tenga patria, ni partido y de los sueños sólo me quedan los recortes mohosos de algunas pesadillas. Pero sí tengo gustos glotones así que me lo pienso mejor y me escapo de tus brazos, salgo a la calle corriendo mientras tu me persigues, me prometes que después intentarás deglutir un trocito de queso en porciones, sintético, neutro, que acecha en tu nevera de ninfa, pero ya veo tus colmillos de loba quesófoba y tus uñas de faca pintadas de negro y huyo lejos, a salvo de tu maldición, tu fobia o tu alergia.

Entonces me despierto al borde del infarto y te miro. Duermes tranquila por ahora. Con miedo me levanto de la cama y desnudo, de puntillas, me acerco a tu cocina y abro la nevera, me temo lo peor… y… sólo entonces resoplo tranquilo, contemplo arrobado el verdor apestoso del Tresviso, aspiro el tufo de la torta del Casar que atesoras allí, el rezume del manchego en aceite, la rica fetidez del Gorgonzola. ¿Contigo pan y cebolla?. Contigo mejor pan y queso. Así que tuesto pan, muelo café, saco las mermeladas y los aceites, preparo el desayuno. Medito después si clavarte una cuña fina de brie entre tus tetillas (de queso) para comerlas de postre y seguir hacia abajo.




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