La ventana abierta al verano. Detrás el tiempo arañando la estela
de la vida como la fiera invisible de “la joven del agua”. Los castaños llenos
de flores verdiamarillas. Y delante el tiempo proponiendo a la piel todo su catálogo
de sueños borrosos, de logros de gelatina, de golpes a los que nunca da tiempo esquivar.
Un escabeche de pollo. Igual medida de aceite, de vino blanco y de
vinagre de Jerez. Cebolla, puerro y zanahoria. Pimienta, tomillo, perejil y tiempo. Sofrío el
pollo antes, en pedazos, con huesos y una cabeza de ajo entera por compañía. Añado un
poco de Jerez palo cortado, otro poco de azúcar y más tiempo.
Brisa tibia que cura pesadillas. Sol de Junio. La proeza de seguir. El tacto de los libros. Vino frío. Aceitunas machacadas. No hacer caso al domador. Respirar como las fieras.
Dejo el guiso en reposo en la cazuela. Ni siquiera levanto la tapa para ver qué tal, ni pruebo un pedazo a ver si bien de sal o de acidez. Están bien saber de ante mano ya el sabor. Igual que a quien amaste o a quien amas y ya sabes a que sabe su sabor.
Brisa tibia que cura pesadillas. Sol de Junio. La proeza de seguir. El tacto de los libros. Vino frío. Aceitunas machacadas. No hacer caso al domador. Respirar como las fieras.
Dejo el guiso en reposo en la cazuela. Ni siquiera levanto la tapa para ver qué tal, ni pruebo un pedazo a ver si bien de sal o de acidez. Están bien saber de ante mano ya el sabor. Igual que a quien amaste o a quien amas y ya sabes a que sabe su sabor.
Los escabeches están mejor dos días después ¿Los amores están mejor
varios años después?
Foto de Nan Goldin |
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