lunes, 5 de junio de 2017

TARANGA

Hincar el diente a la vida. ¿Vampiros? Quién le iba a decir al irlandés Abraham Stoker que su “Drácula”  iba a tener tanto éxito. Hoy el feo y maravilloso “Nosferatu” de F. W. Murnau se ha convertido en la saga de los desnatados “Crepúsculo”, vampiros suaves que en lugar de sangre beben cocacola sin cafeína para que no les quite el sueño.
Beber sangre. Hay quién se marea con ver una gota, hay quien se merienda sin pestañear una gorda morcilla de sangre y cebolla o arroz, hay quien se la bebe mezclada con leche (los Masai). A mi me encanta la sutil "taranga", deliciosa recién hecha y cocida, se deshace en la boca. Extraño alimento la sangre. Amigos o enemigos, aversión o rechazo. Vampiro o Van Helsing.
La taranga es producto de matanza, sólo es sangre ligeramente aliñada, embutida en una tripa fina. Imprescindible que sea fresquísima para que su sabor se sienta aterciopelado, ligero y exquisito para un extremeño del norte, un Masai o un Nosferatu cualquiera. Le va bien un vino blanco del sur amontillado o un tinto suave del norte del Priorat. "Taranga" parece una palabra Masai, Algo tendremos de parentesco.
Vampiros, amor y sangre. Sin embargo por aquí la sangre y el sexo han tenido un confuso maridaje. Hasta ayer sexo y sangre incomodaban los cimientos remotos de nuestra reprimida y represora cultura. No para mi que debo ser medio vampiro y no me importa que me muerdas o que la sangre derroche el deseo y da igual que tengas “la luna que hay en ti” para besar el origen del mundo. Que tierno, dulce, divertido, lúcido el documental de Diana Fabiánová con ese título. 

Ilustración de Eric Jones

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