Alguien me pidió que siguiera indagando en eso de la cocina europea, pero dudo que ya exista, ha pasado como el Ozymandias de Shelley, es verdad, seguimos comiendo paella, pizza, foie, bratwurst, roastbeef o tortilla de patata pero todo es un sueño, la estrella era una enana roja y ya se murió aunque aún nos dé su luz en el paladar. No tenemos ni fuego, ni tiempo, ni cultura para seguir cocinando lo que una vez inventamos gracias al azar, el hambre y la emigración “hacia” o “desde” sitios remotos. Nos queda el simulacro fino, el trampantojo aparente, los restaurantes caros, las páginas couché de las revistas, la peste de los libros de cocina, a Jaimie Oliver o los hermanos Torres emperrados en enseñarnos a hacer la O con un canelón pero me temo que ya no queda casi nada de la cocina europea. Nada de su verdad y de su alma. Date una vuelta por el super, muerde una manzana, compra cien gramos de jamón, pellizca una chapata de pan, abre una lata de sardinas, toma un vaso de leche… Te alimentas, paladeas, consumes, degustas, instagrameas ese guiso tan “bonito” pero no comes porque tu lengua es ya analfabeta y amnésica, como si fuera de trapo o de cartón. No temas al CETA o al TTIP porque mucho antes los del “negocio a lo grande” ya se encargaron de arrasarlo todo y emponzoñarnos el cerebro con porno neoliberal, felicidad en pastillas y patriotismos de autoayuda. Sabes que la manzana llegó en avión de las antípodas, el jamón es de China, el pan congelado, las sardinas nacieron en Saigón y la leche, de soja, te bajará el colesterol y te curará los siete males, pero.... En este punto te preguntarás… ¿qué clase de veneno le han dado a este hombre? Pues sí, un veneno potente. Porque en Europa, y sobre todo en el sur, desde hace miles de años, no se entendía la palabra CO-MI-DA si no estaba unida, compartiendo una profundísima raíz común, con palabras como hospitalidad, fraternidad, acogida, amparo… Ahora comemos y no pasamos hambre, tenemos abundancia y diversidad de alimentos pero no compartimos así que hemos perdido la parte más importante de nuestra cultura culinaria. Somos los cerdos satisfechos de la granja de Orwell. Obesos y egoístas. Hasta nos damos el Premio de la Concordia 2017 a la Unión Europea por “su colaboración en la difusión de valores como la libertad, los derechos humanos y la solidaridad” mientras dejamos que se hayan ahogado en nuestro mar Mediterráneo 38.000 las personas en lo que va del XXI, 5.000 el año pasado y este año muchos más. ¿Cómo vamos a defender que tenemos cultura gastronómica si dejamos que mare nostrum sea una inmensa fosa submarina? ¿porqué ya no compartimos el pan?
Concurso de sartenes Lecuine
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Esta publicación es cortesía de webos fritos
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Hace 5 meses
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