viernes, 11 de septiembre de 2009

SLOW FOOD

No sólo somos lo que comemos, sino sobre todo somos lo que guisamos. El dónde, el cuándo, el porqué de la preparación de los alimentos define nuestra cultura. Hoy, la creciente demanda de productos gourmet va en paralelo a la demanda de fast-food. Los extremos se tocan. Hablamos de degustar –cultura del placer-, nutrir –medicalización del alimento-, ya no de llenar la panza –Recordemos a Sancho Panza: cultura de la escasez- pero si de patologías alimenticias propias de las sociedades opulentas –obesidad infantil, anorexia, bulimia- de culturas en las que los conceptos de alimento y belleza se unen sobre una relación causal falsa y perniciosa.

Los cocineros son estrellas mediáticas a la vez que cada día dedicamos menos tiempo en el aprendizaje, la compra y la preparación de los alimentos.

Slow food, me parece una idea y un proyecto social muy elegante en su concepto e imprescindible en su necesidad. La recuperación o defensa de los sabores auténticos me ha deparado no pocas sorpresas a lo largo de mi carrera como investigador de mercado.

Muchas veces “lo auténtico” se rechaza.

Recuerdo ahora un estudio para una marca de leche “ACME” en el que, teniendo como mítico el sabor de la leche de verdad, ya cocida, pero con su nata encima, al 99% de las amas de casa les parecía que esa leche (de su infancia) era demasiado “fuerte” y todas preferían la huperisada de la marca X, Y, Z (comenzaba la moda de echarle “cosas” a esas leches: vitaminas, calcio, omega…)

En otro estudio sobre un nuevo potenciador del sabor marca “ACME”, todas las amas de casa lo consideran imprescindible porque si no el guiso les quedaban “sosos” y no estaba “de verdad apetitosos, con el sabor de antes ¿¿¿¿????”…menos más que en otro estudio de hace ya unos años para una salsa inglesa marca “ACME”, ante la propuesta visual de los board de echar esa salsa a una paella, un chuletón de buey, o una fabada, las participantes de los grupos de discusión por poco me dan de hostias. Me decían que “quién era el loco que había pensado esas propuestas”, la cliente, inglesa, miraba perpleja a las señoras sin entender demasiado el por qué de su cabreo…

En otro Test de campaña para unos calamares fritos marca “ACME”, en el que presentábamos unos anuncios preciosos, el cliente me confesó que para que los aros fueran redonditos, en realidad eran de madera, rebozados y fritos, solo así la foto era perfecta…

Los datos del Observatorio de Consumo y su tendencia no son alagüeños para España: cada vez comemos menos fresco y más envasado, más precocinado, más mierda-food…por otra parte las instituciones, públicas al menos de boquilla, están cada vez más preocupadas por los problemas sociosanitarios que la mala alimentación implica: obesidad infantil, enfermedades cardiovasculares, cáncer… En este mundo gastronómicamente triangular que va de la comida delicatessen para los ricos, comida industrial para las clases medias y hambre para el resto del mundo. Slow Food y todos los movimientos para recuperar, semillas, sabores, alimentos de verdad son fundamentales.

Yo además, en mi memoria de los sabores, no dejo de ser un niño de pueblo. En mi caso personal, la búsqueda de esos alimentos no está tanto por “lo sano” como por “lo rico”, Tan importante como la salud es lo apetitoso que esté ese alimento para mi memoria de niño glotón.

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