martes, 22 de septiembre de 2009

VITROCERÁMICA SIN FRONTERAS

Hay estúpidos “cocineros” intoxicados de un extraño romanticismo postizo que sueñan con cocinar sobre el fuego “como antes” para que todo sea “auténtico” porque ahora “ya no hay llamas en el hogar”, “hemos perdido el fuego”…

Se nota que ellos no cocinan, se nota que no conocen las penosas condiciones en las que cocinan la mayoría de las mujeres de este mundo, en fuegos de leña o de excrementos de vaca o de carbón vegetal.

Agachadas, respirando humo, con la cazuela sujeta entre tres piedras o en cocinas de barro o en un bidón reciclado, sin agua corriente, sin luz, casi sin nada. Así son las cocinas para la mayoría de las mujeres de este mundo del siglo XXI.

Yo aprecio el progreso del frigorífico, la vitrocerámica, la luz, el grifo por el que sale agua caliente o fría a voluntad. Deberíamos luchar porque las cocinas del mundo no sean esos lugares infames en los que las mujeres enferman y trabajan en condiciones penosas. En un ningún lugar como en la cocina se ve el progreso auténtico, el confort, la cultura, mucho más que en los monumentos, los ordenadores, los automóviles, los libros, la moda....

A pesar de todo. A pesar de esas cocinas primitivas, salen de ellas guisos alimenticios, ricos, sabios, sofisticados en su aparente sencillez y parece imposible que lo consigan. A mi me parece imposible.

Antropólogos histéricos, turistas con diarrea, intelectuales a la violeta, economistas de lo sostenible insostenible defienden la ¿belleza? De esas cocinas “auténticas”, “no consumistas”, “no vendidas al desarrollo insostenible”…como se nota que nos son ellos los que tienen que encender una cagarruta seca de vaca para preparar el té de la mañana sentados en un suelo de tierra pisada, tragando el humo espeso de la combustión, ni son ellos los que tienen que salir a por leña y caminar por el sahel o por el campo diez kilómetros hasta coger suficiente y luego volver a hacer otros tantos paseos para ir a por un agua nunca potable. Esas cocineras son las que sostienen el mundo, ellas son las que deberían enseñar a cocinar a los chef.

El día que todas esas mujeres tengan una cocina como la mía y que en estas cocinas no cocinen y frieguen solo ellas sino también ellos, de verdad de igual a igual, comenzaré a pensar que progresamos un poco. Mientras tanto, el progreso es solo un espejismo informático, una mentira, un mito con apariencia de verdad gracias a la publicidad de nuestro mundo.

Toco con la llema del dedo la vitro y contemplo como se enciende en un segundo el rojo mágico de detrás del cristal negro. No admiro el invento sino la liberación de una penosa tarea que convierte cocinar en un placer para mi. No conozco ninguna ONG que se llame “vitrocerámicas sin fronteras” . Todo se andará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario