lunes, 27 de agosto de 2012

EMPANADAS DE LA SUERTE

(Dibujo de Khoa Le)

A veces tenías miedo, pesadillas, dudas, medusas y pesares. A veces pensabas en lo que harías cuando fueras vieja y necesitases refugio y cuidados. Y yo sonreía, no porque fuera todo aquello imaginario y falso, sino porque los fantasmas y la vejez son lo único real y verdadero. Como también es verdad y realidad este presente caliente, estos instantes, este ahora leve y a veces placentero.

No llegaré, voy muy lenta, tendrás que esperarme más arriba. No he tenido suerte, decías otras veces, no he tenido amores largos, frondosos, variados, ni tampoco fortuna, ni éxito laboral, ni valentía. Y yo sonreía, no porque tus palabras fueran humo, sino porque la fortuna tal vez fuera otra cosa bien distinta. Estar vivo y sano, tener amigos, hambre, curiosidad, libertad.

Y hoy que estás lejos, porque lejos estamos siempre los humanos unos de otros, aunque las pieles y las bocas se toquen o la intimidad se vuelva cotidiana, recuerdo que me gustaba acariciarte y luego sentir que te dormías con una facilidad que sólo tenemos cuando somos muy niños y de verdad muy libres.


Doro unos piñones en mantequilla y los trituro. Salteo carne de contramuslos de pollo muy picados, salpimentados y añado el cilantro, una pizca de pimentón, unas aceitunas negras y un poco de panceta también picada que he mantenido una noche en puré de pimientos asados. Mezclo el praliné de piñones con el picado de pollo y del tocino y meto dos cucharas grandes de ese picadillo en cada círculo de masa que cocino entonces en el horno. 
Acompaño las empanadas calientes y crujientes con un picadillo de tomate, cebolla rallada y un habanero aplastado y rabioso, de esos que te hacen sentir en la lengua y en la boca el fuego de la vida. Y después, para limpiar la rabia gustosa de la lengua, beberé despacio una copa bien llena de vino tinto a tu salud, por tu fortuna, justo ahora que me lees.

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