Tras llegar de muy lejos, sobre un plato que tiene más de cien años desayuno un tartar de gambas y un chupito. El tartar bien picante y el güisqui sin nada. Se acaba
este agosto tan extraño, feliz algunos días y desolado otros.
En cuanto me
asomo al mundo todo son malas noticias. Vuelve un tiempo salvaje y despiadado. Quizá, también
un tiempo auténtico y solidario.
No me gusta
quien teme a las fieras, quién no le gusta caminar, quien atesora. Me gusta la
carne cruda, los atardeceres junto a un río, tener hambre por la mañana, las palabras dichas con verdad y
susurro. Me gustan las mujeres que corren con los lobos,
como diría Clarissa Pinkola.
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