No sé que hago
aquí, a la caída de la tarde, contemplando como juegan en el agua dos sirenas
cuarentañeras llamadas Sir y Tes. Pero en lugar de estar con ellas en el mar estoy sentado en
la arena comiéndome un bocadillo de sardinas y wakame, limpiándome luego el
paladar con cerveza helada y cerrando los ojos de cuando en cuando para
comprobar que todo esto no es un sueño, ni una invención de mi calenturienta
imaginación.
Aliñé esta
mañana las algas con vinagre de arroz, aceite de sésamo, unas semillas de sésamo
tostadas y sal de Gerande. Desespiné bien las sardinas asadas que sobraron de
ayer y las sumergí media hora en una vinagreta de aceite de oliva. , tomate
picado, limón y pimienta. Luego, sobre una baguette entera, abierta, he
extendido los lomos de las sardinas bien limpios y por encima las algas.
Dicen que las
engordo pero me estoy comiendo yo casi toda la merienda. Ellas siguen
jugando, hablando, nadando, enredadas en las olas y la tarde.
Corto dos pequeños bocadillos y les reservo una de las litronas heladas. Ya se sabe que lo que comen las sirenas son pescados y algas, cerveza y tiempo. Saldrán del agua con hambre. De vivir.
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