martes, 26 de enero de 2010

BECADA O ASADO DE HADA

Días fríos de aguanieve. De caminar en silencio por los bosques de robles, ya sin hojas. Tiempo de becadas. Los cazadores de becadas son todos poetas. Tengo esa certeza.

Me gusta la becada en su punto de madurez, asada, con poco adorno y poca historia, envuelta en lonchas de tocino ibérico, cuando está rosada, tras quince o veinte minutos de horno fuerte.

Antes, con sus tripas picaditas y la grasa que ha soltado el tocino asado que la envuelve, un chorro de jerez seco, un poco de harina y un ris-ras de trufa blanca preparo la salsa en la sartén y la ligo bien, ni siquiera la paso por el chino. Deshueso al hada y extiendo sobre esa carne casi sangrante la salsita.

Ver salir la becada, chocha, pitorra entre los robles es ver volar de verdad a un hada. Me siento algo caníbal, algo ogro porque me gusta mucho la carne rosa oscuro de las hadas. Estoy seguro que si las vieras volar sobre la niebla, entre los copos de nieve, entre los robles altos cubiertos de musgo no me dejarías que las cazara.

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