jueves, 7 de enero de 2010

SOLO UN CALDO CALIENTE

(foto: Carla Van de Puttelaar) Día de ventisca. Frío. Ciudad inhóspita. Sopa caliente. No sé dónde estarás, pero no importa. Preparo un simple caldo aclarado hecho con huesos tostados en el horno de pollo, morcillo, rodilla, hueso de jamón y dos puerros. Luego añado fuera del fuego una yema de huevo de los buenos (que me dio la madre de Carlos) desleída en un chorrito de jerez. Dados de pan frito y dados de boletus en crudo. Espero que te llegue el olor desde tan lejos, estés donde estés. A mi me llega tu tacto. Tu sonrisa. Tu silencio.

Los caldos apenas alimentan pero alegran el cuerpo y el alma. Compartir una sopa caliente un día como hoy de ventisca crujiente es algo muy íntimo y muy dulce. Me gustan las mil y un tipo de sopas chinas, las mil y un tipo de sopas españolas. En especial la sopa de tomate, ya sabes. Hace mucho frío pero abro el balcón de mi cocina para que entre la nieve y salga el olor de esta sopa y llegue hasta ti su olor delicioso y te despierte aunque estés muy lejos. Es tiempo de hadas, seguro que ellas te hacen soñar hoy con mi sopa, brujita.

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