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(foto: Carla Van de Puttelaar) Día de ventisca. Frío. Ciudad inhóspita. Sopa caliente. No sé dónde estarás, pero no importa. Preparo un simple caldo aclarado hecho con huesos tostados en el horno de pollo, morcillo, rodilla, hueso de jamón y dos puerros. Luego añado fuera del fuego una yema de huevo de los buenos (que me dio la madre de Carlos) desleída en un chorrito de jerez. Dados de pan frito y dados de boletus en crudo. Espero que te llegue el olor desde tan lejos, estés donde estés. A mi me llega tu tacto. Tu sonrisa. Tu silencio.
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