(Foto de: http://javierloba.com/ )
Hay quién cree
que carga con el pasado y que ese baúl pesa siempre demasiado. Quien guarda su
memoria como un gran saco lleno de piedras que le impide correr por la calle y le
mantiene pegado al suelo para no salir volando. O quien suele pensar que ese
baúl o ese saco les estorba y es mejor dejarlos abandonados en el contenedor de
materia orgánica para sentirse de nuevo ligeros, vacíos, engañosamente libres.
A mi, en
cambio, no me pesa ni me ocupa la memoria, es la memoria la que me deja volar lejos
o caminar seguro cuando quiero ir pegado a la tierra sin perderme. Eso pensé al
cruzarme con tus ojos, como se cruza a veces la mirada con una desconocida y se
atisba en un instante una brizna de extraña complicidad. Fue un segundo que
guardé en mi memoria.
Preparo un
hummus, un poco de pan caliente de aceitunas, un escabeche de cordero que hice
con sobras de un asado. Todo de memoria.
Garbanzos
cocidos, puñado de cominos y puñado de semillas de sésamo tostadas, medio vaso de aceite, medio de crema de
yogurt, un poco de zumo de limón, sal y luego una lluvia de pimentón para
romper su color de arcilla pálida.
La carne de
cordero deshuesada la sofreí ayer con dientes de ajo sin pelar y cebolla
picada, añadí medio vaso de jerez seco y medio de vinagre de la misma madre,
dejé cocer un poco y luego reposar
en la nevera. Ahora lo he templado antes de comer.
Mi memoria no
tiene hojas de pergamino polvoriento, ni está llena de miniados dibujos de pan
de oro, ni tiene forma de trastero atiborrado de objetos anticuados o
molestos. Es más bien un pequeño y usado cuaderno de bolsillo que me gusta leer
y releer en los descansos y también escribir sin tachar ni una página. En él
apunté estas recetas y tus besos remotos.
Y de memoria
fui con los mineros la otra madrugada. En la memoria tendré esa noche mientras
viva, llena de gritos, orgullo y alegría. Allí estuvimos apenas un puñado de
tantos. Porque aquí, en esta ciudad de todos los demonios, viven muchos más de
tres millones de habitantes, pero sólo unos pocos bajamos a la mina brillante
de esa noche.
Es verdad,
llenamos las calles y las plazas, pero fuimos muy pocos, apenas un puñado, no
digo los mejores, sólo digo nosotros, nosotras.
El otoño y el invierno serán sin duda duros y no sé si mi memoria me calentará tantos meses, pero en ella confío. En ella te guardo. Os guardo.
El otoño y el invierno serán sin duda duros y no sé si mi memoria me calentará tantos meses, pero en ella confío. En ella te guardo. Os guardo.
Buen texto, pocos olvidarán a los mineros :) Por cierto, referente a mi foto, no me molesta que se use en posts de otros blogs, pero te agradecería que me enviaras un mail para consultarme si algún día vuelves a usar una de ellas e incluyeras un link a mi web ^^ No lo digo ni mucho menos molesto, simplemente me gusta saber donde va a parar mi trabajo.
ResponderEliminarSaludos!
Perdona Javier. Lo haré. Y gracias por dejarme usar la foto. Sds R.
ResponderEliminarDe nada, para lo que sea ya sabes donde ando (javierloba@gmail o en mi web tienes links a facebook y twitter) ;) Ánimo con tu blog, saludos!
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