Foto de Ruht Vicente |
No puedo imaginar la cocina antes del tomate. Destripo unos
tomatillos confitados, rompo unas anchoas en salazón, extiendo estos dos
alimentos sobre una tostada de pan y el mundo se convierte en un lugar un poco
más habitable.
Borges pensaba que la única obligación fundamental que tienen los
hijos para con los padres no es obedecerlos, ni seguir sus consejos, ni tener
éxito laboral, ni cuidar su vejez. La obligación fundamental para con ellos es
la de ser felices. El mismo, a la muerte de su madre, se lamentaba de la mayor
infamia que había perpetrado como hijo: no haber sido feliz.
Sabemos que saborear de cuando en cuando algunos instantes de felicidad depende de muchas cosas y no se consigue
sólo con voluntad o ganas, el azar y la necesidad también juegan sus cartas. Pero aspirar a ella, siquiera esos pocos instantes, es ya tocarla. Somos
felices a ratos, a veces, por días, unos segundos, sin darnos cuenta. Esa bien ese azar, esa inconsciencia y
es bueno que no sea permanente.
Los tomates, comerlos, utilizarlos para un guiso, tan sólo
contemplarnos, ya me hacen feliz. Un tomate rajado con sal. Unos tomates asados
con queso de cabra. Una salsa de tomate bien espesa y guisada con mucho tiempo para enriquecer una pasta o una carne.
La fruta del Paraíso no fue una manzana sino un tomate, el árbol de
la ciencia del bien y del mal era una tomatera y no hizo falta serpiente para
tentar el hambre. Yo tampoco hubiera dudado si Eva me ofrece un tomate. Mejor
un tomate que Dios.
Inspirador! Gracias y qué apetito me ha entrado! Salgo corriendo a por tomates en mi FruOtero, que los tiene estupendos. Ciao
ResponderEliminarMaría