lunes, 9 de julio de 2012

ARROZ CON ALMEJAS DE LIBRO


Tal vez pesaran los libros, tal vez ocupasen espacio y acumulasen polvo. Además, como hijo de la ciencia ficción y habitante del siglo XXI, no tenía mayor apego al papel, ni ninguna prevención a cualquier chisme tecnológico en el que se pudiera leer. Sin embargo me costó dejarlos atrás, en una casa ahora extraña a la que nunca más volvería. Con ellos perdía parte de mi memoria y esa facilidad para volver a coger cualquiera entre los dedos y comenzar otra vez sus historias. Leer es vivir, cocinar es vivir, amar es vivir, viajar es vivir, pero la vida más dulce, la de verdad jugosa no está en el primer encuentro con palabras, guisos, cuerpos o ciudades sino en la segunda vez y en la sucesivas veces, cuando  nos acercamos a ellas siguiendo el mapa de nuestros recuerdos y también un nuevo mapa en el que todo es incógnito.

Tal vez pesaran los libros, los guisos familiares, los amores largos, las ciudades que había convertido en hogar, pero a veces sólo existe el camino hacia delante, envuelto en el abrigo fino de Machado, la chaqueta gastada de Benjamin y una maleta pequeña llena de nuestros tesoros que siempre se va a perder por el camino.

Y sin embargo, sin darnos cuenta, sin propósito, reconstruimos de nuevo una biblioteca, aprendemos nuevos guisos, en otros cuerpos encontramos el asombro y la ternura, en otras calles de ciudades inhóspitas trazamos el mapa de nuestra casa.

Cocino hoy, en la soledad de julio, un arroz escueto de almejas que coloreo con unas cucharadas del salmorejo de ayer, cuando ya está dorada y frita la cebolla. Añado entonces el arroz, luego el caldo de morralla y cuando está casi al dente sumo el agua filtrada que han soltado las almejas abiertas al vapor. Luego, a punto de comerlo, coloco por encima los bivalvos. Leo después a McCarthy y a Malzieu, trabajo un rato, saboreo un buen ron al que me han invitado y vuelvo luego a recordar aquella biblioteca que me acompañó por casas y por dudas. Ya no me importa. He visto muchas veces libros arrumbados en las tiendas de lance con los que se podría hacer una minuciosa descripción de su antiguo dueño. Es una forma de desnudez muy triste.

Prefiero desnudarme sin mucha ceremonia junto a ti,  haber aprendido a acariciarte, a entender tu tristeza y tus ganas de risa, de gente y de viaje. Las sirenas, las diosas, las sublimes son aburridas siempre y buscan sus Ulises, sus rezadores, sus trampas, qué pereza. Yo me quedo contigo.

(Pintura de Mihály Bodó)


5 comentarios:

  1. Que bien los has dicho “leer es vivir, cocinar es vivir, amar es vivir, viajar es vivir”, últimamente me falta mucho de lo último, la economía no está para muchos festejos, pero no me quejo, es lo que me toca. Viajaré leyendo.

    En días como hoy no sé si leer tus textos me viene bien o mal, me dan ganas de salir corriendo por la puerta de la empresa en lugar de estar aquí sentada. Afortunadamente para mi vivo donde quiero vivir y cada noche tengo la inmensa suerte de salir al patio y ver la vía láctea como cuando era una niña….y afortunadamente tengo que subir y bajar cada día un puerto de montaña para ir y venir, y cuando me veo allá arriba con el valle a mis pies a mi se me olvida cualquier cosa y soy la más feliz del mundo…. y afortunadamente no todos los días son como hoy.

    Este año ya tengo mi buen racimo de poleo en flor, espero tener suficiente porque con las pocas lluvias de este año está muy escaso. Mi casa está perfumada de poleo y de mejorana.

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  2. También yo echo de menos viajar lejos pero la crisis me tiene las alas muy recortadas así que viajo cerca y de otra forma (y muy lejos con algunas lecturas, como tu)

    ...Tienes trabajo, la Vía Láctea, un Valle... tantas cosas que millones de personas no tienen. Seguro que volverá el tiempo de los viajes largos y lejos.

    Además flor de poleo para refrescar pescados asados y sopas frías, un gazpacho con poleo es otra cosa, o un salmorejo. Uno de los olores de la felicidad es para mi este, el del poleo salvaje que a veces encuentro en mis ríos.

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  3. Cuando renuncié a la ciudad sabía que había cosas que iba a dejar atrás, algunas solo materiales, los sueldos de las zonas rurales son más bajos y las alternativas y posibilidades mucho menores. Hay dos cosas que me duelen “un poquito”, un pellizco, un leve “ay”, los viajes largos y los libros (el sábado me tocó bajar a la ciudad, tuve entre las manos una maravillosa edición de Jane Eyre que tuve que volver a dejar en la repisa de la librería, demasiado cara, me salió un ¡ay!, pero pequeño, ahora me conformo con las ediciones de bolsillo). Pero no me arrepiento, volvería a tomar con los ojos cerrados la misma decisión…..solo me falta cobrar regularmente todos los meses, maldita crisis…

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  4. No te equivocaste en tu decisión, seguro.
    Ayer, con la marcha minera, descubrimos que hay que pasar a la acción y dejar las quejas y las teorías. No somos responsables de esta crisis y la estamos pagando, obedientes y sumisos.

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