miércoles, 25 de julio de 2012

ESTOFADO DE CARNE CON TOMILLO Y ROMERO



Saborear despacio un guiso de carne con verduras, bajo la sombra de un gran pino, en lo alto de la sierra, una tarde de verano. En el guiso, el tomillo y el romero, convierten la comida en algo muy familiar y remoto porque solo los sabores y los paisajes pueden ser denominados patria, aunque en esta tarde, cada uno de los comensales, por razones muy distintas, no tienen ya más patria que ellos mismos.

Se siente muy bien allí, acariciado por una brisa fresca que no existe abajo, en la ciudad agostada y convulsa que se va derrumbando muy despacio. Se siente bien hablando de tantas destrucciones, de los bufones que han aventado esta crisis, de libros decisivos, de películas que les han tallado la memoria, y al final, de esa novela interesante que es la vida de cada cual, si sabe uno contarla con verdad y con ritmo, sin retórica, sin trampas y con algo de música, con la que el silencio adorna a las palabras.

Antes, por la mañana, se había sorprendido de pronto al verla cocinar con esa soltura y confianza que él mismo tenía sin darse cuenta y que ahora descubría al verlo en ella. Descubrir en ella sus propios gestos de cocinero, su ritmo, su saber le llenó de una alegría extraña y cálida. Tiene mucha suerte F. de que cocines. Se atrevió a decir quién escribe. Aunque lo que de verdad pensaba era algo bien distinto, que la suerte era suya por verla cocinar ese guiso de carne que llenaba la cocina de un aroma muy antiguo y muy rico.

Se sintió querido, cuidado, amado por sus dos amigos. Saboreó con mucha lentitud ese raro privilegio. Se tomó con hambre el gazpacho que había hecho él y luego el guiso de ella, la ensalada, el vino. Igual que ayer se sintió muy feliz comiendo la carne asada tiernísima y las berenjenas horneadas con tomate, cebolla y queso.  Que alguien cocine para ti, no platos sofisticados ni guisos exóticos sino una comida sencilla y de memoria es uno de los mayores privilegios del mundo, él lo sabía muy bien. Uno de los mayores privilegios y uno de los más grandes placeres sin necesidad de alharacas ni de fiestas.

Se siente muy bien allí, saboreando el tiempo sin sentir por unas horas la destrucción de todo. Le gusta la brillantez extremista de su amigo al pasearse por la ideas, los libros o la historia, por sus preguntas raras y estimulantes y sus ganas de sacar la guillotina y la revolución para limpiar el mundo de supersticiones y de gangsters. Y le gustaba de ella, su forma leve de mirar el mundo, la vida que se escapa siempre, sin angustia, con la certeza de que lograr esa mirada, por fin tranquila y sin tormentas, le habría costado mucho esfuerzo y muchas batallas.

Se puede amar a alguien muchos días, a veces muchos años, hasta una vida si acunamos voluntad, suerte y pasión en equilibrio raro. Pero si quién queremos, además cocina con amor y memoria para nosotros, deberíamos saber que somos mucho más afortunados de lo que pensamos a veces, cuando ella duerme y la miramos agradecidos, a la vez con extrañeza, asombro y ternura. Eso no se lo dice, quien escribe, al amigo. Para qué. Él lo sabe.


3 comentarios:

  1. "Que alguien cocine para ti, no platos sofisticados ni guisos exóticos sino una comida sencilla y de memoria es uno de los mayores privilegios del mundo"

    Que hermoso!!!!

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  2. Que bonito....estas palabras iban relajando mis pensamientos. Q importante es q te quieran ...y reconocerlo....

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  3. Muchas gracias Su, Isabel. Yo tengo raras veces este privilegio. Por eso me sorprende y me gusta tanto.

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