(Foto de Jerry Ericco)
Una clave del
amor también es eso, disfrutar del silencio compartido, del silencio de antes o
de después, mirada contra mirada, cuando solo vemos paz, gratitud, complicidad
y misterio en los ojos que miramos. Y nos miran. La receta del
zumo de silencio es muy difícil. Enseguida queremos llenarla de música o de
ruido, de palabras necesarias, promesas, historias, relatos, deseos enunciados,
cuentos y cuentas.
No hablo del
silencio muro, del silencio que ensordece, del silencio cuando ya no hay nada
que decir, ni deseo de decir. Hablo del silencio luminoso,
intenso, lleno, el que aplaza el calor de las palabras por saborear la espera,
el que es capaz de expresar muchas cosas con los labios cerrados y los ojos
enfrentados.
Me dijeron que
era muy silencioso, pero es que las palabras dicen muchas cosas que hay que
saborear y para eso necesitamos lentitud y silencio. Y para romper el silencio,
a veces, me gustan las palabras susurradas, dichas al oído, convertidas en unas
gotas de zumo concentrado.
Mi zumo de
silencio comestible lleva tiempo por delante, un poco de noche, zumo de
melocotón fresco y zumo de zanahoria, dos chupitos de vodka, tres gotas de
licor de plátano y tres hojas de menta, hielo picado, agitar en coctelera y
servir en copas de cono ancho.
A veces logro
hacer un poco de zumo de palabras. Cuando estás a mi lado y cocinar es un juego. El secreto de tus ojos es que en
ellos se lee una vida que apenas imagino, adivino, sueño y en ellos están todo
lo que has visto y temido y amado. El secreto de tus ojos, su atractivo, es que
no puedo saber cómo miran y a dónde miran cuando contemplan el mundo. Y yo no quiero
saber esos secretos. Para qué.
Tuve amores
que me exigían hacer transparentes todos mis secretos, como si así el amor
fuera más seguro o más verdad. En cambio tú no exiges nada, solo me pides con
un abrazo un poco de zumo de palabras. Compartir desnudez, tiempo, comida.
¿acaso hay más?
Zumo de
naranja, champán helado, el puré de dos fresas maduras. Tomar dos, tres, cuatro
copas de este bebedizo y hablar tan desnudos como se dejen por noche las
palabras. ¿acaso hay más? Esta es mi receta del zumo de palabras.
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