(Imagen de Dimitry Annenkov)
Todos los días
uno se desayuna con malas noticias.
Cuanto más leo sobre el crack del 29, más se parece en todo a este catacrack
nuestro, pero en este desastre de ahora los banqueros no se suicidan tirándose de las
ventanas de los rascacielos sino que intentan que nos suicidemos los demás sin
protestar, y poniendo a los políticos de intermediarios, que se suiciden los
países y las personas. Y parece que lo van consiguiendo. Dicen: sean sensatos, obedezcan, suicídense,
piensen en el futuro, en el bien general, en el zumo de cicuta que se están
bebiendo los griegos como si nada…
Aunque ayer
hice unos conejos de monte con caracoles y longaniza fresca, picantitos y
potentes, la crisis impone de nuevo el socorrido huevo, el proletario pollo,
los caldos con poca sustancia de huesos diversos y baratos. Lástima que no sean huesos de
banquero. Uno probaría dicho caldo canibalista por ver a que sabe un rico,
riquísimo, ¿estará rico?. Pero uno teme que tal vez sepan como a nabo revenido,
a hueso mohoso, a tasajo carroñeado por la gusana y el mosco. Mejor seguiré
haciendo el caldo con la punta de hueso de jamón, la rodilla de ternera, la
carcasa de pollo tostada al horno y el manojo de verduritas de saldo. Y luego, de
segundo el huevo, güevo, webo, que puede ser frito con torreznos ibéricos o poché,
al baño maría, metido en una bolsa de horno y acompañado con dos gotas de grasa
de oca (que no está la cosa para fuás) y unas láminas de tuétano del mismo
huesazo del caldo, por enriquecer el exiguo plato con un punto rumboso.
Menú de lunes
y de crack: un caldo y un webo pasado por agua. Seguro que es similar dieta a
la de ese banquero que no se tira por la ventana, avaricioso y robón (que
decíamos de niños) pero el banquero especulador se toma el caldito y el güevito
para cuidar la línea y seguir guapo y nosotros para pasar mejor la litrona de
cicuta que nos bebemos cada día y tragar tanta noticia, tantos sapos y
tanta mentira.
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